martes, 1 de diciembre de 2009

Bomba de relojería

Suiza ha votado en Referendum la voladura controlada de minaretes -que son como los Apolo 11 de Alá, pero que no necesitan despegar para afirmar su supremacía- y por todas partes se multiplican los apoyos de xenófobos y grupos ultras de toda Europa, junto con tímidas reconvenciones de los ponderados líderes europeos.
Me gustaría saber cuál va a ser la postura de nuestra Conferencia Episcopal, o, mejor, del Vaticano mismo, ante un ataque tan furibundo contra la libertad religiosa, perpetrado por esos sátrapas estalinistas en su lucha por imponer el comunismo ateo en el mundo. !Ah! Pero si es contra esos perros infieles, y no contra nosotros, y además no han sido los laicistas radicales, ni Lenin, Ni Fidel Castro, sino los defensores de los valores de la libertad, y de occidente. En este caso habría que especular sobre el hecho de que, a veces, y para la actual cúpula católica, la libertad de culto se defiende mejor atacando la del culto ajeno (como siempre). La tesis de que la religión es el opio del pueblo una vez tumbada con el muro de Berlín, hay que volver a levantarla, afinarla y adaptarla a la actual expansión del Islam en Europa apostando a otra que diga que el Islam es el peta de las religiones. En conclusión, vamos a lanzar un comunicado instando a la prudencia en las valoraciones. O mejor aún, la callada por respuesta. Mas o menos como hicimos con la ascensión de Hitler y el holocausto judío.
Hasta los más enconados ladrones o asesinos necesitan de un paraíso en el que soñar, aunque sea un paraíso fiscal. Y Suiza se ha prestado a ser la pionera del paraíso fiscal mundial. A través de sus fronteras se filtra, por el principio físico de la capilaridad que produce la impunidad y la opacidad fiscal, el dinero que han generado durante décadas la explotación inhumana, todas las dictaduras y todas las corrupciones (¿qué son acaso las dictaduras sino la glorificación, la sublimación de la corrupción?) desde Hitler hasta hoy, pasando por Trujillo en Santo Domingo, el Caníbal Bokassa, Pinochet con sus Ray Ban serie tortureitor, Videla, el Houdini de la subversión (los montoneros desaparecían como por ensalmo), etc. Hasta el chusco, por no decir cutre, de Roldán (no el del cantar de gesta francés, sino el avilantado pícaro español del mismo nombre), se abrió cuenta allí, consciente de que sin un código dentro de una cámara acorazada bajo un sótano de Zúrich, no eres nadie.
No es ningún secreto para nadie que es justamente el secreto bancario suizo, precursor de los paraísos fiscales globales, la causa principal de que la corrupción en España, dado que no se puede perseguir y recuperar el dinero robado, de modo, que hasta descubiertos, encausados y condenados a los corruptos les sale rentable meternos la mano en la cartera. La impunidad es el horizonte que Suiza proporciona a los corruptos y a los dictadores más allá de los afanes de la ley, y las algaradas de la prensa. El tronco del negocio que sustenta a Suiza es el crimen.
Suiza fue la primera, después de la Segunda Guerra Mundial, en elevar a un gobierno en el corazón de Europa a un partido ultraderechista, a la que luego siguieron los austriacos, sus primos hermanos. Para Suiza, su mejor publicidad es no ser noticia, nunca. Lavaron el dinero de Hitler (y se lo quedaron), por eso su bandera es roja, y hubo que lavarle la cara, a su vez con La Cruz Roja, con su supuesto pacifismo no intervenciónista, con las vacas, con el chocolate, las montañas y con Heidi. No importa, hay presupuesto. Solo que de vez en cuando la realidad les estropea el marketing, de modo que de gente tan rica no podemos esperar que, además, sean humanos, que es, quizá, el único lujo que, como suizos, no se pueden permitir, y cierran a los hombres las fronteras, las murallas, que, antes y ahora, siguen francas para el dinero.
Y al calor de ese dinero hacen nido las torvas aves del fascismo.
Suiza es la Meca de los asesinos, de los políticos corruptos y de los nazis. Todos tienen una ventana orientada a sus horizontes montañosos mientras rezan o dejan volar su imaginación y todos sueñan con ir, al menos, una vez en la vida, en santa peregrinación a sus cámaras, ataviados de un humilde maletín como pasaporte.
Suiza es una bomba de relojería en el corazón de Europa, solo que siempre son otros (Liga Norte, El Frente Nacional Francés, El British National Party) los que te dan el navajazo, también made in Switzerland, y no sería el primero.
Me resulta sarcástico que los fanáticos de esta Meca del dinero prohíban los minaretes de las Mecas originales.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Sentencia

A cierta distancia de mis piernas
descansan mis pies,
solitarios, ajenos y fríos en sus fosas,
que, delante del espejo velado
donde saco la lengua,
me anudan la corbata,
me engañan cotidianamente para ir a la oficina.

Me dan dos duras hogazas para alimentar el hambre,
para golpear el sueño de madera de bosques sumergidos,
sueños de oscuro aceite masticado,
de derrumbes de dientes,
sueños que se arrastran por el lecho del silencio,
sueños excavados por mis manos
en las lágrimas quietas y sin fondo,
sueños que navegan por la comisura del olvido,
sueños que no dicen nada,
por muy despierto,
por muy atento que permanezcas.

Los versos que escribo dormido
los borro despierto.

Estoy duro para soñar el pan,
viejo para comer la levadura de las pesadillas.
No hay sueños sensatos que no quemen los ojos
ni acaricien el vientre de tu pelo.
Lo poco que sé, lo olvidé en tu piel.

Tu me diste una vez diez besos para vivir,
diez talentos de amor como diez latigazos lentos,
que abrieron en mi espalda bocas llorosas,
ojos hambrientos, llagas.

Dueño de un fracaso imbatible,
invítame a morir ahora,
gravemente sano,
inmejorablemente enfermo.
Mi corazón se acaracola en mi pecho
contra el viento inhumano
que trae jirones de entrañas
levantadas de los tendales
en los cadalsos del alma.

Mis vasos capilares arraigan en las fuentes de la memoria
que saben a óxido y destilan
el rencor gota a gota, como la senda del pantano,
contra el amor sucedáneo
contra la mano que se tiende.

Contaba contigo para que me olvidaras
toda la vida,
para que te arrepintieras de haberme querido
para siempre.
Contaba contigo para que ejecutaras tu sentencia
y no me mintieras sobre la muerte.

sábado, 31 de octubre de 2009

Si no es por Halloween será por Walpurgis

Se acerca la noche de Halloween, los zombies se remueven en sus tumbas y el aire, cada vez más frío, nos silba en los oídos como un espectro. Aznar se ha manifestado: "Quedarse sólo en subvencionar el paro es la peor política social, porque esto no combate el desempleo; simplemente lo enquista", dijo y además propuso más flexibilidad laboral añadiendo el estrambote de la nefasta política de Zapatero que nos va a llevar al desastre. El dinero tiene que fluir en el sentido de siempre, que es donde se genera riqueza y se crea empleo. Truco o trato. O los socialistas nos financian a mí y a mis colegas con las chuches del presupuesto o vuelvo y me privatizo algo, que se nos está acabando el champán.

Esta declaración impecable e inabordable desde la ortodoxia liberal se entiende mejor si las superponemos a la más ingenua de Carmen Lomana (http://www.youtube.com/watch?v=9tHgu8dqENo) como en aquellas transparencias en las que nos mostraban, de chicos, el cráneo al que se superponían los músculos, los ojos y finalmente la piel y el cabello y veíamos, al fin, el resultado completo y un poco mágico, y comprendíamos ingenuamente lo que nuestra madre siempre repetía: qué cabeza más dura tienes, hijo. Pues aquí igual. Soy incapaz de reproducir linealmente el pensamiento inconexo de esa mujer admirable pero viene a decir que el que es pobre de siempre, pues ya está acostumbrado y esto de la crisis le coge prevenido, porque entre mayor y menor pobreza ella no aprecia matices, pero para la gente de posibles, con patrimonios importantes, y que se ha quedado sin cash (que es dinero, pero en fajos), eso sí que es muy triste, y lo acaba calificando de drama. Pero no te preocupes, mujer, que ya viene Aznar y nos los explica en lenguaje neoliberal para que nadie lo entienda y parezca que salva España. El bocata de chopped no genera empleo, no es un multiplicador keynesiano de la economía, y si en vez de cuatro lonchas tiene una, no pasa nada, porque comer es una pura pérdida y esta empresa que es España, no se lo puede permitir. Ahora toca tomarme las medidas para un traje y cambiar de Audi con el plan E.

Lo explico. Las marcas de vehículos, cuyo plural suena bien, son buenas, son multiplicadores keynesianos y generan empleo, los del resto son despilfarro. A saber, Audis, bien, Mercedes, bien, Ferraris, bien, Bentleys, bien, Jaguars, bien, y así siempre. Seates, mal, Renoles, fatal, Opeles, peor, Citrôenes, no se puede soportar.

Aznar cree que ha llegado el momento de bajar de las montañas de Zaratustra para iluminar al resto de los mortales sobre las esencias de la sabiduría liberal. Su exilio ha sido demasiado largo. Como persona acostumbrada a ser objeto de escucha y de servicio, se proveyó para su Sinaí de la FAES, que es como su corte o cohorte pretoriana, o como el esquife o cápsula espacial de salvamento después del motín en la nave. Su partido dentro del partido. Pero ya está un poco cansado se oírse a sí mismo y debe ser que se aburre del eco de sus palabras. Los usurpadores ya pueden empezar a temblar. Se ha afeitado el bigote como el que se quita la modestia de su primera legislatura, y por la que tuvo que comerse sus palabras y abdicar, y ahora se levanta la camisa para enseñar al PP sus abdominales de liderazgo. Se acabó la fiesta, chicos, papá llama a la puerta, y la casa está patas arriba después de la juerga. Una Esperanza Aguirre, con coletas, pone cara de “yo no he sido” mientras se esconde su muñeca BarbiCajamadrid a la espalda.

Empieza la noche de los muertos vivientes. Y si no, al tiempo.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Senderos de Gloria

Revilla el presidente de Cantabria, opina que en España hay millón y medio de parados crónicos que “ni en las mejores circunstancias” van a trabajar “porque no quieren”. Vaya panda de vagos, ganapanes y gandules están hechos. Se lo van a pulir todo en tintorro y en endrogarse. Yo les daba un pico y una pala, y, hala, a picar piedra, le faltaba añadir entre dientes. Y, para sorpresa de todos, los del PP le reprenden porque se lo ha quitado de la boca, porque les ha leído el pensamiento, más ofendidos porque se les anticipase que por el contenido de las declaraciones, aprovechando el mal paso del populista para componer una pose de progresismo. No olvidamos que este mismo partido, a través de dirigentes menores (me refiero a Aznar), no ha parado de poner en solfa, sin atreverse a cortarlas, todo tipo de coberturas, como el PER, que consideran un nido de corruptelas y de clientelismo político, y a los que lo cobran poco menos que de malhechores, que debieran, al menos, sentir cierta mala conciencia. Y ya que no los pueden poner frente a un tribunal o dar algún otro tipo de escarmiento, al menos que se sientan tratados como sospechosos, ya que tanto mal hacen al presupuesto que pagamos todos.
Según todos los síntomas, volvemos a los antiguos comedores de caridad, donde, junto con el plato de sopa se dispensaban, también de forma gratuita, raciones de consejos, rezos, catequesis y admoniciones a cambiar de vida y a enderezarse por lo que se entendía que debía ser la senda del bien.
Yo trabajo en una gran empresa, clónica de otras muchas, donde, según se asciende de categoría, desciende la carga de trabajo y, asómbrense, la responsabilidad. El trabajo y la responsabilidad tienden a ser inversamente proporcionales al rango que se ostenta, de modo que el presidente, en la cúpula, dedica las mañanas a repasar discursitos que otro le escribe mientras el de la ventanilla se ve asediado por los exigentes objetivos de empresa con lo que tendrá que asediar a sus clientes o morir en el intento. Algo parecido a lo que ilustra la película de Kubrick “Senderos de Gloria”, donde se narra cómo, en el frente franco-alemán de la guerra del 14, un general francés decide tomar cierta posición alemana. El avance está mal planeado y se salda con un sonoro fracaso. Toda la película analiza el asombroso consejo de guerra a que se somete aleatoriamente a tres soldados, tomados como chivos expiatorios, y a los que, al final, ante el estupor del espectador, se fusila.
Nada más parecido a la realidad. La actual crisis, provocada por la avidez y el afán desmedido de lucro de unos cuantos dedicados a especular, enriqueciéndose sin dar ni chapa, se va a saldar con las ayudas estatales (a los bancos, a Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, a las empresas que lo requieran) y los “estímulos” para la recuperación, para que el kiosko no se hunda, que para eso el estado sí está y además todos hemos de decir amén sin requerir ningún tipo de contrapartida, fiscalización o auditoría. O sin plantearse que, a lo mejor, sería necesario considerar ciertos cambios y controles en el modelo porque éste fomenta la vagancia y la especulación en vez de la riqueza y el trabajo. Pero, a ver quién les pone el collar al galgo y les aplica la “Ley de Vagos, Maleantes y Gentes de Mal Vivir” a estos.
Y la cosa no acaba aquí sino que, de vez en cuando, hay que desayunarse con que hay que meter paquete o un consejo de guerra y fusilar a algunos parados, aunque sólo sea con salvas mediáticas, que apacigüen la sed de sangre de los generales, pero que, por encima de todo, oculten, encubran, su ineptitud, incapacidad y falta de visión, o quizá a algo peor, ofrezcan una coartada a la vileza del sistema liberal y autoritario al tiempo (ying-yang) en el que vivimos y que se sustenta y prospera con el malestar de los individuos (fuera coberturas, fuera seguridad social, fuera enseñanza pública), y para el que cualquier signo de bienestar representa una amenaza. Solo que peor se me pone el cuerpo al vislumbrar que, después de esta crisis, de esta zanja, podamos caer, por el mismo camino, por el mismo Sendero de Gloria, en un barranco todavía más profundo y que no supimos anticipar.
¡Y luego es la derecha, la de la gente de bien, la de los políticos limpios de corazón, la que acusa a la izquierda de alentar el odio y el resentimiento entre clases! Bien sabe Dios que la criminalización sólo ha de funcionar en un sentido, en del de los robagallinas y nunca en el de los prósperos y exitosos hombres de negocio, en el de los nuevos dioses del olimpo liberal, lo que confirma antedicho principio de a más alto cargo, menor responsabilidad.
No sé lo que me pasa hoy, pero creo que me ha poseído un antisistema. Probaré mañana.

lunes, 26 de octubre de 2009

Baños de multitudes

Necesito orinar a menudo, puede que por mis pecados, porque me voy haciendo mayor, o por la mala costumbre de ingerir líquidos que nos inculcan las autoridades sanitarias, junto con la de no fumar y no besar. Pero con el consejo de beber litro y medio de agua diario no nos extienden la receta de una sonda portátil, con lo que devengo en prisionero de mi váter, como el rey lo es de su trono, y no puedo realizar paseos más allá del punto de no retorno, después del cual no llegaré a tiempo para evacuar.

Tampoco los políticos a todos los niveles, municipales, autonómicos y nacionales, nos firman la partida de unos urinarios públicos, que quizá nunca hubo o fueron privatizados en un momento de descuido en la Santa Transición como hicieron con los tranvías, atentos entonces a más graves problemas. El caso es que a los orinantes nacionales nos dejan en manos del sector privado y hay que entrar en un bar o en una gasolinera y arriesgarse a la vergüenza de no ser cliente y a ser tratado como un asaltante al estilo Curro Jiménez.

A menudo me observo vigilando a través del escaparate del bar a que el camarero se de la vuelta para pasar, como si tal cosa, a los servicios, que siempre están al fondo a la derecha, o calculando el repostaje de siete euros con cincuenta cada vez, para poder pasar al baño regularmente en un largo viaje, o levantando la patita a hurtadillas junto a un árbol municipal o rústico, oteando el horizonte en busca de miradas furtivas. Claro que peor lo tiene mi esposa que ha de disponerse en el incómodo ademán de quedarse con el culo al aire. Se da entonces la insólita paradoja de que los urinarios privados que deberían ser públicos generan culos públicos que deberían ser privados. Vamos a patentarnos, mi esposa y yo, el ser los Bonnie & Clyde de las aguas menores, orinantes delicuescentes y clandestinos, okupas al asalto de los urinarios privatizados.

Cuando me da por viajar por Europa, resulta, que puedo, por unas monedas, aliviarme en la City londinense, en el centro de París, en un poblacho alemán, o gratuitamente en cualquier área de descanso de cualquier autopista. Pero según me acerco a la frontera, mi vejiga me empieza a enviar señales de alarma, cuando no de franca rebelión y deja de ser la amigable Dra. Jekyll y se convierte en la Sra. Hyde.

Se me hace que el mundo político nacional y cateto, tan amigo de los baños de multitudes, no atiende debidamente al menestral baño público tan útil al resto de los conciudadanos ya sea en forma de concesión o chanchullo a las empresas de los amiguetes de turno, ya sea de promoción pública, de modo que, de una vez por todas, podamos prescindir del orinal de bolsillo, los indasec, que no entran en el seguro, y del culo en pompa. Y, por favor, escuchen el clamor de nuestra uretra, y que sea pronto, antes de que reviente, que peor que las retenciones del trabajo pueden llegar a ser las retenciones de orina.

Atentamente.

PD. Piensen que pecunia non olet,el dinero no huele pero la orina sí duele.

jueves, 15 de octubre de 2009

Sufro, luego existo. 5 y última -Comedia y tragedia.

Por último, no es el latín sino el sufrimiento el lenguaje de la Santa Madre Iglesia. Sufrimiento que es un chantaje emocional a gran escala, un chantaje emocional de destrucción masiva, chantaje social, y un chantaje individual que se extiende globalmente por todas las rendijas de nuestra cultura, histórica y presente.
Y su mayor enemigo, más que la ciencia, la razón o la enciclopedia, era la risa, risa que un Felipe II, delirante en su lecho de muerte, llegó a prohibir. Recordad, por ejemplo, “El nombre de la rosa”. Don Carnal y Doña Comedia son los mayores enemigos del integrismo religioso, de la solemnidad, de la rimbombancia y la grandilocuencia. La sobrina de Rouco Varela prestó un servicio impagable a esta causa al posar como portada de Interviú, que porque nos lo han dicho, que si no, no le sacábamos el parecido y eso que estuvimos días enteros jugando a las siete diferencias con la foto de su tío, que no es que no parecieran de la misma familia, es que no parecían ni de la misma especie.
Bajo la sotana sólo encontramos ineptitud para vivir y amar. La rigidez de los planteamientos, la augusta seriedad de los rostros, la profundidad de la voz, la solemnidad de los ritos, la magna envergadura y elevada transcendencia que otorgan a sus pensamientos, y el desprecio que les merecen los ajenos, manifiestan su atenazada ineptitud para vivir. Amar es sencillo cuando se sabe y se vive, pero cuando su carácter estólido se lo impide, amar se convierte en una intricada urdimbre de silogismos metafísicos y farisaicos (como el de que el dolor es el “camino” al amor) que, al final, sólo ellos dicen cumplir. Las rumorosas y brillantes casullas son las corazas en su batalla contra la vida, porque están en guerra contra la vida, y las corazas no transpiran. Su propia vida languidece asfixiada en el interior de su torpeza. !Qué Tragedia!
Sufrir, para muchos, es en muchos casos, una forma defensiva e inútil de amoldarse, de que nos dejen en paz los dueños de la vida y la muerte, sin enfrentarnos a ellos y sin tener que dar demasiadas explicaciones. Es una suerte de camuflaje, como ir a un bautizo a regañadientes. ¿No ves que sufro? No me pidas entusiasmo. A veces sufrir es el disfraz de la fe, pero sin fe. Sin embargo el problema es que repetimos el esquema, que yace bajo la piel, es permanente y que uno no puede, así como así, quitarse la pena como quien se quita una gabardina mojada, y simplemente empezar a ser feliz.
El cristianismo resulta funerario y lúgubre como el Libro de los Muertos, apenas salió de las cavernas y ya estaba metido en la cueva de Platón, pasó por todas las catacumbas, y acabó en la cripta de San Pedro, más impresionante aún que sus alturas catedralizadas, gruta inversa, imponente condón de piedra, grito de piedra, fortaleza, muralla que lo aísla y defiende del mundo. El cristianismo es fotofóbico, eso sí con mucha vidriera de luz falsa y tamizada y un parnasillo de Capilla Sixtina que les pinto Miguel Ángel. ¿Qué se puede esperar de una religión cuyo cielo no es más que un cielo raso? Es agorafóbico, pues desprecia el ágora, y trágico, de tal manera que la historia alcanzará su catarsis en la hecatombe del último acto del Apocalipsis, del Juicio Final.
Pero en la vida, como en el porno, siempre ha habido por fortuna, dos géneros, a saber, la comedia y la tragedia. En la comedia se come, y en la tragedia se traga. En la tragicomedia, que es las más de las veces, se pueden ustedes hacer una idea.
La tragedia y la comedia se miden en grados Allen (por Woody). La tragedia está bajo cero grados Allen y la comedia sobre cero. Yo mismo, en vez de ponerme las tetas para mi cumpleaños, tengo implantado un comediómetro en el orto y ando vigilante de los niveles para que si me baja, aplicarme la terapia Groucho.
En la tragedia viven aquellos a los que no les queda más remedio, e intentan convencernos mediante arteras argucias de que les hagamos compañía (resentimiento nietzscheano). No están los que sienten el dolor de vivir, sino el de no vivir. La vida considerada como un mal trago se convierte en tragedia. Y la tragedia (sobre todo la trajedia de los trajes de Camps) es siempre sospechosa. La tragedia es la postura de los que no saben apreciar, disfrutar y degustar la vida, es una forma de incapacidad de amar, de disfrutar, de compartir, de servir de apoyo y de reír. Es una negación, una guerra contra la ubérrima fecundidad y amena diversidad de la vida. ¡Cómo olvidan que vivir no consiste en tener más o menos razón! ¡Vivir es equivocarse! Y equivocarse es tremendamente cómico.
Por favor, sean irreverentes ante los soberbios que no se merecen esa reverencia, y vivan y mueran alegres, incluso en sus desdichas; beban, coman, amen (sin amén) equivoquense, confúndanse y rían para que sea una comedia, o una bebedia, la que ilumine su rostro y a su mente afloren ideas que sean ligeras como burbujas o molinillos que se eleven ajenos a la ley de la gravedad (la gravedad de la tragedia).

Sufro, luego existo. 4- Fary's eyes glasses

¿Que le falta al Fary? Sus gafas de cerca, por supuesto.

Por eso, para iluminar esa Verdad Suprema, en el Vaticano y sucursales poseen unas gafas de ultravisión de marca exclusiva, las Fary's eyes glasses & sunglasses (esta va por ti Fary), unas gafas divinas de la muerte. Una gafas que son como el Faro de Dios, que proyectan unos escrutadores rayos de luz farisaica, que penetran en los tejidos morales de la sociedad y en los del alma humana, ejerciendo de escáner, de ecografía del mal. Cada audiencia episcopal o papal acaba así convirtiéndose en una denuncia, una radiografía social del mal. Los cristales están engarzados en una montura, de diseño exclusivo, realizada en el resitente material “viga en el ojo propio”, y tienen un alcance infinito e omnipotente de visión de la paja, por pequeña que ésta sea, en el ajeno. Por definición no dispone de visión reflexiva (acaban de pedir perdón, con trescientos y pico años de retraso por el asunto caducado de Galileo cuando a nadie le importaba ya, ni siquiera a Galileo, que todavía se carcajea orbitando alrededor del sol).
Con estas gafas-faro puestas es como se pueden poner en evidencia claramente perversidades que a los demás nos es imposible apreciar a simple vista, como que una chica con ganas de llamar la atención como Madonna (y porque ese es su negocio) sea en realidad un agente infiltrado del infierno, un súcubo sulfuroso, o abundando, que el rock 'n roll en general provenga directamente del averno, o como que Tinki Winki sea un maricón degenerado y relapso, y sobre todo, todo aquel que no comulgue férreamente con su verdad es un resentido, un rencoroso, y sólo es cuestión de aplicarle, algo más efectivo que el potro, que es el perdón de sus seguros pecados por el sagrado poder que le confiere la infinita suficiencia y superioridad moral de la Iglesia. Ya que, aunque les hemos arrebatado su juguete favorito, la Inquisición y su hoguera, les queda su arma más destructiva, la condescendencia.
Estas gafas ofrecen un paisaje iluminado por la siguiente visión: Cualquier persona no cristiana posee alguna tara, defecto, vicio o falta, evidente u oculta y sólo hay que insistir hasta descubrirla; cualquier comportamiento no subordinado a su criterio es fustigado hasta el absurdo más delirante (por ejemplo, la homosexualidad no es que sea un pecado, vicio o enfermedad, a pesar de todas las evidencias, sino que, tiene que serlo, o también, contra toda evidencia, la obcecada oposición al preservativo como medio de evitar el Sida, o los embarazos en cadena que encadenan así a las mujeres de todo el mundo a su maternidad compulsiva, y provocan la explosión demográfica, verdadero atentado del comando terrorista Vaticano); o cómo han negado la evidencia, una vez tras otra, a lo largo de la historia cuando ésta parecía contradecir tangencialmente su visión del mundo (Galileo, Newton, Darwin, Freud...) fustigando a sus supuestos enemigos. Galileo era un arrogante, Darwin era un chimpancé, Freud un obseso sexual etc.
Esta visión es, pues, una visión fuertemente autoritaria de forma que aprecia que la autonomía de los hombres y de la naturaleza, no sólo no es deseable, sino que es un acto de soberbia contra Dios, pecado central, único y fuente del resto. Los seres humanos sólo ejerciendo la odiosa soberbia pueden gobernarse por sí solos, con y por su propio criterio. De hecho, sólo la sombra de que podamos ser dueños de nuestras vidas, y guiarnos por la luz de nuestro propio criterio, resulta en sí misma abominable, un acto diabólico. La soberanía popular de la que dimanan todos los poderes públicos y políticos debe estar supeditada o vigilante de la soberanía divina, última fuente de legitimidad. El hombre no puede dotarse por sí mismo de leyes, necesita la tutela divina, de ahí las monarquías, esos aúlicos representantes divinos, que firman, con desgana y reticencia las leyes de los parlamentos. No hay más que recordar a Balduíno haciendo un regate, un Guadiana de abdicación, para evitar firmar una ley del aborto en Bélgica.
Su forma de adaptase al hostil ambiente democrático es doble, el victimismo ante la discrepancia, a la que llaman persecución, sobre todo la que pone en duda su posición de privilegio en la sociedad, y una amarga condescendencia hacia los comportamientos ajenos, que es calificada por ellos de amorosa admonición desde las cumbres borrascosas de su sabiduría.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Sufro, luego existo. 3- El Arca y el diluvio.

En segundo lugar, el sufrimiento es la pedagogía a través de la cual se afirma el monopolio que la Iglesia tiene sobre la verdad. La Santa Madre Iglesia no sólo está en la Verdad, sino que ostenta su posesión exclusiva. Se lo ha dicho Dios. !Ah, bueno! A mí me pasa que cuando alguien me dice que Dios le habla me sale el escepticismo, como un sarpullido. Ya sé que me lo tengo que mirar. También me pasa que cuando veo una zarza ardiendo llamo a los bomberos, pero Moisés se pone en modo “sacar a los judíos de Egipto” y escribir los Diez Mandamientos. ¿Es que la zarza contenía mescalina?

Esto se puede resumir en la teoría del Arca. A saber, cae un gran Diluvio y todo quisque perece, hombres, animales y plantas. Sólo el que toma un pasaje para El Arca de Noé, cuyos planos no los llevaba R2D2 sino que se los sopló Yahvé mismo, puede salvarse. Posteriormente Eloim ofreció el Arca (arcón más bien) de la Alianza para la salvación de Israel, y ese Arca, hoy, es la misma Iglesia que ante el diluvio universal que se avecina es la única capaz de sacarnos del edificio en llamas. Y eso sin meternos ya en la traca final del apocalipsis que siempre está esperándonos a la vuelta de la esquina.

Toda la Historia Sagrada es la larga historia del yo tengo razón en exclusiva y tú no, en absoluto. Ergo tengo que extirpar tu criterio (por bienintencionado que éste sea), minar tu autonomía, salvarte de ti mismo, expropiarte el cuerpo, y, para acabar tengo que exorcizarte con los tormentos necesarios para desalojar al okupa que te habita. Hay que sublimar, químicamente hablando, el cuerpo, para hacer que éste pase del estado sólido al gaseoso sin etapas intermedias, es decir, hacer menguar el cuerpo y sus gozos para ensanchar el patrimonio inmobiliario del alma. Y eso se realiza mediante el ritual del dolor.

Ahondando en la teoría del Arca, podemos apreciar que lo único que confiere el don de la existencia al Arca, a La Iglesia, que la razón de su existencia no es la madera ni el diseño divinamente inspirado, sino que es el diluvio, el mal, el demonio, el pecado. Por ello es una obligación moral inexcusable de los que nos quieren salvar, abrirnos los ojos para que veamos a) la ciénega del mal en la que chapoteamos y b) que nuestra más íntima sustancia es pecaminosa (original). Desde este punto de vista, el demonio resulta ser la premisa principal e inexcusable de la existencia de Dios, contrariamente a lo que opinaba Voltaire cuya duda fundamental sobre Dios se centraba en la existencia del mal en el mundo (Cándido).

Lo sectario de esta idea se puede apreciar mejor si pensamos en su versión new age, como que vaya a venir un enorme platillo volante del planeta Utor para a salvarnos exclusivamente a unos cuantos que creamos ciegamente en una cierta serie de ideas arbitrarias (como la ascensión de la Virgen, o la transustanciación, o cualquier otra) y por supuesto en la integridad y la superioridad que raya lo sobrehumano de su cabecilla, al que ofrecemos culto hormonal y mediático. ¿No os suena nadie? ¿Qué os sugieren un montón de monjitas y mojigatos dando gritos, saltos y llorando a lágrima viva en la plaza de San Pedro, plaza, por otra parte con forma de platillo volante? A mí me sugiere la minoría de edad mental en que se pretende que vivamos permanentemente.

lunes, 12 de octubre de 2009

Sufro, luego existo. 2-La gran ordalía

En primer lugar sufrir parece que es un reflejo patricio. Me explico. Decía Borges que los espejos le parecían abominables porque duplicaban el sufrimiento. Cada vez que Nuestra Señora se aparece a unas pastorcillas (hubieran sabido qué hacer si se les aparece el lobo o Frankenstein y no La Virgen, por lo que más que arrobadas se quedan abobadas en dichas epifanías), ésta se muestra llorando amargas lágrimas por nuestros pecados, y es que por más que llore lágrimas de sangre, no hay nada que hacer con estos muchachos descarriados. ¡Qué sabia pedagogía, enseñar con siete puñales en el pecho! Jesús atravesó su pasión, deleitándose en cada caída, para ver de redimir nuestras culpas, que es que no hay manera. Los iluminados y santos en hilo directo con el más allá son agasajados con pústulas y supuraciones llamativamente imaginativas, que no son más que Imago Dei, un ejemplo ultramundano y menguado del de Jesucristo (más teoría de la ejemplaridad). Sufrir física y metafísicamente supone adquirir un caché divino, un pedigrí sobrenatural, supone tirarse el pegote celestial a lo grande.

El sufrimiento es la gran ordalía, la más grande epistemología divina. El que más sufre, el que más aguanta, y aquel cuya imaginación tortuosa es más retorcida, más razón tiene, más verdad entraña. La Teoría del Conocimiento se reinventa como casquería.

La verdad y la santidad se calibra en grados de dolor, y en el cristianismo, desde siempre, ha habido mucha competitividad. Se puede decir que el cristianismo es un campeonato universal, católico, de sufrimiento, una rivalidad, una evaluación continua y minuciosa del padecimiento. El Marqués de Sade era un aficionado comparado con la delirante y variopinta masacre del santoral. El martirio es recibido por la persona religiosa como un don, un regalo, una gracia del cielo. Un martirio que significa etimológicamente testimonio. Testimonio en primer lugar de Dios en el martirizado, y por otra del mártir como apologeta, como display de visualización horizontal, vulgo, área de publicidad y marketing. Solo que ahora les ha salido un serio, más bien tétrico, competidor. Los cristianos ya no somos tan sufridos como antes y los musulmanes sufren mucho más y mejor, y encima lo hacen más mediáticamente, tanto que se dejan descuartizar por un quítame allá esas pajas. El ranking de barbarie en la ATP de las religiones, que es el que otorga el marchamo de más verdadero al Dios más cruel, está cambiando de manos.

Sufro, luego existo. 1-Catedralicemos

Si un extraterreste hubiera asistido a la agonía de Karol Wojtyla, hubiera observado cómo una corte y cohorte de fanáticos le aplaudían, entre cánticos y vigilias, y alentaban su decisión de morir sin ningún tipo de paliativo al dolor. El secuestro, el extravío mental de un anciano en sus estertores, perdido en su dolor, era glorificado hasta el delirio de la santidad. Y ese colonial antropólogo no hubiera dudado del carácter salvaje y feroz de los aborígenes de este planeta que reverenciaban, festejaban y vitoreaban dicha atrocidad.

Y si además hubiera asistido a la persecución del doctor Montes, hostigado en todos los frentes como un asesino peligroso, y cuyo nefando pecado era sedar a pacientes terminales, vulnerando el sagrado principio del sufrimiento, hubiera marcado este planeta en la leyenda de la Guía Michelín Estelar con el punto rojo que significa “peligro, locos de atar”. Esto hace buena aquella máxima que dice que la prueba de que existe vida inteligente fuera de este planeta es que no han intentado ponerse en contacto con nosotros.

Sufrir nos pone. Cómo mola sufrir en este valle de lágrimas, en este pozo de aflicción, cómo nos gusta sufrir esta vida que no es más que una mala noche en una mala posada. Y eso que todavía no nos han pasado la factura.

Sufro luego existo. Si no puede ser de otra manera, sufrir da sentido a la vida. Disfrutar, apreciar, querer, amar o reír, constituyen frivolidades que nos distraen de lo sustantivo, de lo ontológico que hay en sufrir. Sufrir llena de contenido, de color, de relieve, algo, de por sí, tan vacío e insustancial, como es la vida. Entre dos abismos infinitos, el anterior a nuestro nacimiento y el posterior a nuestra muerte, surge una chispa que se sabe efímera. Y quema a rabiar. Vamos a sufrirla como único modo de sentirla. Vamos a afligirnos constantemente por su carácter pasajero. No sólo vamos a morir, sino que entremedias habrá que mortificarse, que significa que vamos también a reprochar minuciosamente cada una de las menguas reales o imaginarias, amplificándolas, magnificándolas y catedralizándolas. Porque catedralizar es la manera como cristaliza el sufrimiento.

sábado, 10 de octubre de 2009

Agradecimientos

La Iglesia Católica dedica sus mejores esfuerzos a promover, de vez en cuando, un amplio diálogo ecuménico, que parece el impulso divino acorde con los tiempos de la globalización. Sin olvidar que Católico significa simplemente universal. Solo que ese encuentro, este ecumenismo universal, se les hornea crudo y sin sustancia, y se presenta en sociedad sazonado de hipocresía, pues, en su fuero interno, debajo de las reverencia, las sonrisas, y de las manos tendidas y sacudidas, estos hermanos se colocan mutuamente, unos y/a otros, dentro de su Infierno, que existe y es eterno, y porque además estas reuniones en su génesis, no son más que una manera de fraguar un frente, cómplices en su Santa Alianza contra la verdadera amenaza mundial, El Ateísmo.
Y en este punto es donde creemos que La Iglesia debería agradecer a los ateos un par de cosas o tres.
Primero, que hayamos puesto de acuerdo a tan, hasta ahora, encarnizados enemigos.
Segundo, que seamos los únicos, de verdad, interesados en los asuntos de divinos, que ya no le importan ni a cristianos bautizados, ni a practicantes, ni siquiera a los recalcitrantes, que andan bastante más enfangados y afanados en escrutar nuestros vicios. De hecho deberíamos ser considerados como los últimos mohicanos de la teología. Y digo últimos en ambos sentidos, en el más llano de que somos los últimos en llegar, y en el de porque, a la postre, seremos los que cerraremos este delirante capítulo del pensamiento humano que presenta su lado más amable e interesante si es considerado únicamente desde el punto de vista cómico de un cinismo elegante y displicente, o como el del más consumado dandismo.
Y en tercer lugar porque según está el mundo y los portavoces divinos, los ateos postulamos la afirmación más benevolente que se puede realizar sobre el Ser Supremo, su inexistencia.
El Señor de los Anillos esté con ustedes y que la Fuerza os acompañe.

El Resplandor

Acaba de decir Javier Arenas en la tele que la única trama real en el caso Gürtel es la confabulación universal contra el Partido Popular.

Los postulantes de que el Estado debe menguar para que el individuo prospere (y el último es tonto), los partidarios de la moral que sustenta esa ideología, es decir, que nuestro destino es el resultado de nuestros merecimientos y que no debemos aferrarnos a excusas (¿cuántas veces se lo has oído decir a tu jefe cuando las cosas no salen?), con lo que un parado, por ejemplo, es el culpable de su propio estado, un fracasado desprende fracaso, o un judío genera su propio holocausto, ahora resulta que, cuando los pillan con las manos en la bolsa de las golosinas, se refugian en el victimismo paraniode de que sufren una confabulación, y apelan al argumento autocompasivo de que la policía, los fiscales, etc, son muy severos.

Es que los señoritos del cortijo no están acostumbrados a someterse a la ley, al régimen común de la moral, a estar en la tina de la sartén y no sosteniendo el mango, como suelen. Y este giro copernicano de su situación hace variar su postura sobre los asuntos mundanos e ideológicos de forma súbita. Lo que resulta sumamente cómico, sobre todo por su falta de costumbre a la hora de tener que dar explicaciones en vez de exigirlas. Claro, que no han tenido más que echar mano del fondo de armario de Camps donde ya tenían un repuesto en su colección de prêt à porter. Como decía Groucho: “Estos son mis principios, y si no os gustan, tengo más”. Es lo que de toda la vida se ha venido a llamar la ley del embudo, o para que lo entiendan sus asesores económicos, “the law of the funnel” .

Ese es el ejemplo, con hache y mayúscula, que quieren dar a los jóvenes del botellón, ese va a ser el primer tema en su versión para la Educación para la Ciudadanía. Para los demás mano dura, para ellos subterfugios, evasivas, pretextos, autocompasión y victimismo. En el asunto del botellón todos se comieron un bocadillo del "peso de la ley" con pimientos y en este no pasan de la tapita y del derecho a la presunción de inocencia. La doble moral ve como una imposición dictatorial e intolerable el que haya una sola, igual para todos.

Mientras tanto, la Freddy Kruger del PP, Esperanza Aguirre, se pasea por los pasillos de Génova con una motosierra ensangrentada (es que esta mujer me cae cada día mejor), y Rajoy, para que no le salpique, se ha refugiado en el baño y ha puesto el pestillo. Veremos cómo acaba “El Resplandor”.


jueves, 8 de octubre de 2009

Mariposas

El filósofo cosifica con palabras la belleza, como el entomólogo, con alfileres, fija su colección de mariposas. El poeta, niño travieso, jugando, jugando, hace volar de nuevo las mariposas secas del filósofo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Ascensores

Cuando entras en un ascensor y compruebas, después de haberse cerrado la puerta, que éste no tiene botones que pulsar, pierde cuidado, no le des vueltas, es tu ataúd.

lunes, 5 de octubre de 2009

Autoritarismo de terciopelo azul o el botellón de Pozuelo

Ayer en CNN asistí atónito a la teoría sobre el nuevo autoritarismo de terciopelo, en boca del Borja Mari de turno, monaguillo venido a más, recién salido del banquillo de la sacristía liberal, con master impronunciable y nuevo libro a la venta. El asunto trataba, si no recuerdo mal, de la degradación de la autoridad y su concepto y de cómo ésta debía sustituirse por una teoría de la ejemplaridad que desglosaba en didácticos tres puntos. Posteriormente avanzaba por ahí una explicación más (más rancia) sobre los acontecimientos del botellón de Pozuelo. Desde hace tres siglos los avances en la libertad individual, aventuraba, han sido imparables y beneficiosos per se , pero los jóvenes descerebrados y superficiales han heredado el discurso libertario vacío (como casco de botella que convertir en cóctel molotov sin destino) de la contraprestación y de la urdimbre de la socialización y de la inserción en el modelo productivo.
Y hasta entonces era lo previsible, pero ahí pegué un bote en el sofá.
Esa era cuestión, la productividad, la cadena de montaje. Ser una máquina. Cuántas veces lo decimos como una alabanza. Fulanito es una máquina. Ya no basta con ser trabajador, agudo y honrado, virtudes pasadas de moda. Hay que ser una máquina. Ser el que más produce y menos piensa. El que más lejos llega sin planteamientos morales, ni obstáculos de conciencia. Cualquier matización, u orientación personal se considera como arena en el mecanismo, como una piedra en el engranaje. Sólo ha de haber una idea fija en la mente, a saber: hacer rico a tu jefe. Ser el que más horas gratis hace, el que más objetivos cumple, el que más se entrega y se pliega más absolutamente al planteamiento estratégico y a la defensa ideológica y moral de su empresa. Se los ha educado desde pequeños a la competitividad (el APA suele ser un circo romano), a las habilidades y conocimientos útiles. Pero nadie parece haberles susurrado: útiles para quién. O para qué. ¿Para ganar pasta? Pero, desde luego, no para pensar, para saber, para ser críticos o para elaborar sus propios fines que pueden no ser los del pensamiento único. Se les tilda de narcisistas, consentidos, mimados, vagos o borrachos. ¿Es que los adultos somos solidarios, entregados, trabajadores y abstemios? ¿Alguien se ha preguntado sobre qué valores vivimos?
Una sociedad que ha llegado a la conclusión de que la excelencia del ser humano consiste en "ser una máquina", ha llegado al punto más alto y delirante de su putrefacción moral.
Hamlet no es una obra inmortal por la musicalidad de sus rimas, por la abundancia y brillantez de sus imágenes o por la riqueza y fluidez de sus diálogos. Hamlet es inmortal porque se planta ante las supuestas verdades de su egregia familia. Porque es feraz y feroz. Algo huele a podrido en Dinamarca. ¿A nadie le da el tufillo? Este moderno Orestes enturbia el pozo de la prístina pureza del amor virginal de su madre, la desnuda como asesina de su padre (toma esa Sherlock) y desenmascara a los protectores y protegidos por ella. Por eso es una tragedia, una batalla perdida pero bella, de un hombre puesto en pie ante su propia vida, por lo que muere aplastado por la lógica (aplastante, claro) de su lucidez.
Debajo de cada verdad hay casi siempre una puta mentira. Por eso hay que amansar a los jóvenes, doblegarlos, reducirlos, no sea que nos levanten la falda de la sotana y nos descubran. Hay que convencerlos de que son peores aún que nosotros. Esa es nuestra estrategia, la única manera de que acaben por sospechar de sí mismos, en una especie de psicoanálisis caníbal, antes llamado examen de conciencia, lo que todavía no sospechan de nosotros. Hay que darles duro para que no nos señalen, para que no nos acusen, para que no nos desmonten nuestro chiringuito intrincado de mentiras.
Con esas expectativas de los adultos sobre los jóvenes, con esas perspectivas para su futuro, ¿le extraña a alguien, que a falta de una revelación del destino o un horóscopo favorable, los jóvenes caigan en brazos del nirvana turbio del botellón?
El problema del botellón, de la educación de los jóvenes, de su sexualidad desmadrada, de la conservación del mobiliario urbano o cualquier otra situación vivida como “problema” siempre tiene una misma solución para el encefalograma plano del conservadurismo ideológico: más policía. Mucha, mucha policía. Pero nunca más presupuesto.
Nuestra Esperanza (nuestra desesperanza y desamparo) reparte chapas de ayudante del Sheriff a todos los maestros, que mola cantidad, y sobre todo es gratis, mientras les quita la paga a los chicos malos, y rebaña de los presupuestos en Enseñanza, Cultura o Sanidad. Cualquier chaval puede apreciar la profunda satisfacción que producen estas proclamas de mano dura, de cómo se sacia la irritada impotencia, cómo se sacan las andas de la cofradía de la Santa Indignación donde antaño salía la de la Inquisición. Hasta el último de la ESO puede darse cuenta de las ganas que les tienen. Y no de escucharlos precisamente.
Los jóvenes reciben, es verdad, pero fundamentalmente palos. Ni presupuestos, ni interés, ni educación, ni ejemplo, ni estímulo. Sólo, quizá, una gran telaraña llena de luces de colores fascinantes, o flipantes (para que se me entienda) que llamamos sociedad de consumo. Sociedad que no es más que el más logrado de los paraísos artificiales (ya quisiera el LSD parecérsele), pero que nos empeñamos en llamar “realidad”, en un último capotazo para que los jóvenes abandonen las tablas, su país de nunca jamás, y se enfrenten al resto de la corrida, al tercio de varas. Deben dejar de ser niños para ser máquinas, Yo Robot, Replicantes. En futuro debería estar ya aquí.
Y es nuestra Esperanza la capitana de las huestes, la Esperanza de la mueca de sonrisa petrificada. Esperanza, La Máscara, la fría calavera de sonrisa perpetua (a la que el príncipe de Dinamarca interroga). Qué poca pero qué gran diferencia hay entre el gesto y la mueca, la misma que entre la cara y la careta. La adalid de los liberales, de los que se han apropiado el nombre de la libertad sólo para patrimonializárselo (el mundo no es mundo hasta que se alicata), que se han hecho un traje con su bandera, que sólo la enarbolan para arriarla de nuevo, que ,como es obvio, son liberales exclusivamente en el plano económico, donde las desiguales relaciones de poder dejan campo libre a los abusos de todo tipo, siendo muy intervencionistas, en cambio, en el terreno de la moral sexual (ellos dictan quién, cuánto y cuándo se folla aquí y con quién), por supuesto haciendo hincapié en los límites de la misma y en que la libertad sin ley no es libertad, perdiendo la oportunidad de decir "y viceversa". Atufa al incienso añejo y culpabilizante del libertinaje.
Los dioses de la antigüedad eran el espejo donde los mortales comprendían el mundo, hasta que los dioses se agusanaron amancebándose, lloviéndose sobre las mujeres. La aristocracia constituía el espejo, la brújula desde la que el resto de los siervos debía orientarse, para la cual, el derecho de pernada era gracia que se concedía a la plebe, algo próximo a la zoofilia, un gran honor sin sombra de sometimiento o sumisión. La monarquía el paradigma, el arquetipo social bendecido por Dios donde debían mirarse los súbditos, hasta que María Antonieta jugó, fingió ser una lechera, como si fuera una pastora. Con lo que ello implicaba de suficiencia, de superioridad (e inferioridad implícita), de colonialismo, de degradación para el resto de los hombres. Para el catequético liberal del libro sobre la ejemplaridad (espejo donde mirarnos, dime, ¿quién es la más bella?), como una nueva forma de autoridad, habría que cerrar ya el ciclo de la libertad para abrir el de los límites, la responsabilidad, la socialización, la inserción en la sociedad de los medios de producción y su puta madre.
¿Una nueva forma? La ejemplaridad es puro Ancien Régime. Tengo la impresión de que van a desenterrar a los Romanov, al Rey Sol, y a la momia de Tutankamón con su máscara de oro, y no hay alcanfor suficiente en el mundo para que no se note el olor a podrido, a hipocresía, a impostura, a careta, a mueca. Tartufo debe estar frotándose las manos en su tumba, a la espera de la pronta resurrección.
Lo que viene es mano dura en el guante hipócrita de terciopelo azul.
Con este panorama lo normal es que a uno le den ganas de matar a su padre, como toda la vida, arrancarse los ojos (los cuatro), romper con ellos el espejo del encantamiento, y hacerles tragar su propia manzana envenenada. Y para pasar los siete años de mala suerte arrimarse a un botellón, a ver si a lo admiten a uno a mis años.




PD. El tipo se llama Javier Gomá, es director de la Fundación Juan March, y publica el libro “Ejemplaridad pública”, que no me pienso leer, si no es para hacerle otro paralelo. Podéis ver la entrevista en la página de la CNN+ en el programa cara a cara de Antonio San José.

domingo, 4 de octubre de 2009

Anticuerpos

Cierto famoso castrati, después de una larga y fecunda vida dedicada a la pureza vocal y espiritual, elevó una súplica a Su Santidad para poder contraer nupcias, y éste, en el margen de la misma, de su propio puño, apuntilló: “Castradlo mejor”. I castrati deberían emular mejor a los ángeles.

Yo siempre me he preguntado que si los ángeles no tenían sexo, por qué demonios cantaban tan contentos. En La Biblia no pone quién era el segurata que los apuntaba con una espada flamígera mientras los fustigaba a voces: ¡Cantad, cantad, malditos! Me parece que Lucifer no fue arrojado del cielo por no sé qué desavenencias con Dios, sino que un día se hartó y se dijo:”sanseacabó” (estrenando la blasfemia) y se bajó para echar un polvete que es lo que le pedía su no-cuerpo, como, por otra parte había visto hacer antes a Júpiter. Del mismo modo que tampoco ardió posteriormente en los infiernos. Resulta fácil imaginar que ya venía bastante quemado del empíreo, que si algo tiene es que quema mucho, como ya sabía el carro de Febo y Don Quijote en su Clavileño. Por eso atufa tanto a chamusquina a su paso.

Es fama que los teólogos medievales se pasaron desde antes de la caída de Constantinopla hasta La Venus de Botticelli elucubrando sobre el sexo de los ángeles, prolija cuestión, porque, hay que entenderlo, era la única manera para ellos de hablar de algo interesante, a saber, el sexo. Era, vamos a poner, como su sesión golfa de teología.

La aversión que produce la sola mención de la palabra, el disgusto y hasta el asco que se dibujan en los rostros, los circunloquios, las evasivas, las elipsis que se usan para describirlo; la vigilancia extrema con que se cuida el lenguaje de todo lo relacionado con el sexo, como campo minado, tal que fuera una fiera a la que hubiera que mantener bajo cien candados, cerrojos, anclajes y claves indescifrables, la más críptica de las cuales es la Educación Sexual Responsable, en adelante ESR (para añadirle misterio y evitar la equis); todo ello, y todas las toneladas de papel (biblia) escritas sobre la cuestión, especialmente la ESR, se resumen en una sucinta palabra: NO. Un NO que es como un gong profundo y prolongado en la unción tenebrosa y húmeda de la basílica. La repulsión general hacia el sexo hace presentar tan puritanas como aberrantes propuestas, tales como la abstinencia (nada antinatural), modelo de comportamiento, como el celibato como aspiración vital, o la ya delirante virginidad, culmen y lápida del útero, ese enemigo íntimo (que origina el peyorativo histérica)

¿Cómo se puede escribir un tratado sobre el amor conyugal (llámalo equis, sin equis) de novecientas páginas sin una sola ilustración?¿En dónde metían sus manos los monacales amanuenses que no iluminaban estas verdades tan profusamente como las lenguas de fuego del infierno que, como un pentecostés carnal, lamían lúbricamente los cuerpos desnudos y suplicantes de los pecadores, esos afortunados?

Porque eso sí se permite. Que se mezcle el sexo con la muerte, con el dolor, con la tortura, con la degradación, incluso que se confunda con ellos. De ahí toda la saga vampírica, las morbosidad de la morbidez, la violación como simulacro sexual, el castigo unido al placer. Hasta la violencia machista ( la palabra género debe usarse sólo para la gramática) se entiende mejor desde esta perspectiva.

Porque, para nuestra cultura, el dolor y la crueldad (los toros) encierran siempre la semilla de la enseñanza y de la catequesis. A la prolongada pasión de Cristo, de la Virgen, y de miles de santos, que ya dura más de dos mil años, debe seguir la de nosotros mismos, a los que no nos colma nuestra propia y constitutiva fragilidad y contingencia, sino que hay que estimularla con cilicios, penitencias y renuncias. A la muerte que vivimos cada día hay que añadirle su plus de mortificación. Una de cuyas manifestaciones más sutiles y laicas es la tan cacareada dieta, que al ser enaltecida sin medida desemboca en la repugnancia por el propio cuerpo, repugnancia a la que embotellamos, etiquetamos con diversos nombres griegos y científicos y, por fin, clasificamos en la sagrada vitrina de baldas de cristal de la Psiquiatría, albañal de todas nuestras penurias.

Y ahí quería llegar, a la ira de Dios, al asco de Dios al cuerpo, siempre alabado como templo del espíritu pero más habitualmente tratado como campo de batalla, como arena de circo romano, como potro de tortura, como ruedo dispuesto para alancearlo con Su perpetua hostilidad y recelo, con Su Odio Eterno y metafísico.

Los gloriosos cuerpos desnudos sólo obtienen su nihil obstat si son lacerados convenientemente. Hollywood nos sirve cada semana nuestra ración cotidiana de quebrantamiento de huesos (dánosle hoy), retorcimientos de gaznates, (dánosle hoy), explosiones viscerales (dánosle hoy), y descuartizamientos, amputaciones en grados diversos (dánoslas hoy) que nos golpean siempre en la misma neurona, aturdiéndonos, aburriéndonos en su variopinto muestrario de horrores. Una buena mutilación debería ser, como siempre ha sido, un acto público, un escarnio público, un escrutinio público de conciencia. Quizá, bien pensado, haya que incluirlas en los programas de educación primaria en vez de la matemática, esa gran incomprendida.

O, extramuros, el género pornográfico animaliza gimnásticamente alardes físicos y prácticas que deberían considerarse olímpicas (o evangélicas como la paja en el ojo ajeno, con lo que debe picar el semen en la retina) pero que acaban siendo repetitivas y levemente pecuarias. Se olvida, en esta variante, algo evidente, que el sexo es una cuestión lírica y no deportiva. Aunque paralelamente tampoco podemos perder de vista que por muy lírica que sea la cosa, a veces, también puede ponerse muy dura y, al final, meter, hay que meter. Una buena propuesta sería realizar buenas películas donde la pornografía estuviera integrada, hoy impensable, o pornografía elevada a la categoría de arte con un buen guión, buenos diálogos, fotografía, vestuario y todo lo demás. Imaginaos cómo podría acabar un cinefórum.

El sexo (física animal) sin amor verdadero (química divina) no tiene sentido. Y ese sentido, ese PIN, esa llave, la tiene el Vaticano enterrada en su búnker a prueba de inteligencia. El guardián de la puerta.

El Vaticano es el Fort Knox donde se atesora en lingotes, y entre oropeles e incienso, la verdad revelada por Dios y donde se dispensa una salvación codificada y sólo para abonados (Nulla salus extra ecclesiam). Fuera de la Iglesia uno sólo puede acabar en los infiernos, en sus cuatro deliciosos sabores, el primero el Fetén, el de churruscarse de lo lindo, y los otros tres que son como el paraíso pero con una habitación sin vistas: El segundo es el Infierno de los Patriarcas, el de los que cumplían la voluntad divina antes de Cristo y el de las personas de buena voluntad de otras religiones, pero que no conocen a Jesús, el tercero el Limbo, donde van los bebés no bautizados y los televidentes empedernidos y el cuarto, y último, el Purgatorio donde acaban los que sin morir en pecado mortal necesitan enjuagar ciertas minucias y se sobreentiende provisional (mínimo quinientos mil años). Para que se me entienda, es como la repesca de la Champions.

En los lúgubres sótanos vaticanos yace la verdad, la vida y el amor verdadero. Por eso, hogaño, el sexo es un prisionero dentro de una celda de castigo, en medio de un campo de concentración. Es el sin-papeles, el espalda mojada, el ilegal. Se puede vivir y practicar pero asumiendo su exclusión y su persecución y el propio menoscabo. La brecha de la normalización sexual, apenas está abierta. Y dejo temas apuntados para más adelante: 1-Díga pene y vagina a su hijo-hija, cuando se supone que sus hijos son ángeles y no tienen sexo hasta bien entrados sus treinta tacos. A ver qué pasa por su mente. 2- El día del Orgullo Gay, única manifestación pública sexual, se tolera sólo si se subraya su disfuncionalidad, su carácter antinatural y degenerado, como carnaval de monstruos, como circo de los horrores, con mujeres barbudas y enanos deformes en vez de concurrido por cajeras de súper y conductores de autobús. 3- La profesión de prostituta abarca toda su personalidad y es la Letra Escarlata, la marca de su degradación. Es puta hasta paseando el carrito por el híper, y cualquiera puede realizar una oferta fuera del horario de ventanilla. Pensemos qué nos diría una funcionaria del amor, por ejemplo: “Es en la otra puerta, los martes y los jueves de once a once y diez, si no hay bocata o luna llena, y venga con el carné, con el abonaré y con el impreso X101XX que ha de recoger en la otra punta de la ciudad en semanas alternas si coincide con que no hay partido de la selección, y luego se la chupo. Claro, que cuando me termine el chicle”.

Siempre he pensado que entre ese asco y la fruición, como entre el amor y el odio, hay una película muy fina, tan delgada como la de un preservativo Sensación. Y tengo la impresión, por ejemplo, de que aquellos que tildan de vicio a la homosexualidad, sienten la resbaladiza pendiente de su propia inclinación de la que, disfrutan lúbricos en su conciencia o inconsciencia, y a la que, al tiempo, castigan en cuerpos, honras y vidas ajenas. Por eso la figura de San Sebastián purga, vulnerada por saetas venidas de todas direcciones, su delicada y exquisita belleza, retorcida al tiempo de placer y dolor, mientras un querubín en su ángulo superior izquierdo le susurra, en un estandarte celestial y escrito con panes de oro: “No te rías, que es peor”. En latín claro, para que no se entienda y porque a la Corte Celestial todavía no ha llegado el Home English.

En la moderna y tecnológica vida actual postcristiana y liberal parecería que no tiene sentido toda esta reflexión. Pero no nos engañemos, en la ley de la jungla ultraliberal lo único bien amarrado es el taparrabos de Tarzán.

Estoy por pedir un favor al Tarzán de los intelectuales, al ínclito Fernando Sánchez Dragó, El Puma (numerao, numerao, viva la numeración). Deja de perseguir mediáticamente a Patricia Conde, por mucho que te alabe el gusto. Esperanza Aguirre no es tu vecina ni tu amiga por casualidad. ¿No ves que busca tu arrimo? ¿No ves que te ofrece continuos programas en Telemadrid?¿No ves que te junta los ojillos, con ese bizqueo tan gracioso que tiene, y que te levanta el labio superior, ratonil y sumisa, sólo para tí? Por favor, y esto lo digo solemnemente, apriétatela tántricamente (!cómo me ponen las palabras sobreesdrújulas y el catálogo del Venca!) a ver si se nos gallardoniza un poco y se modera. Pero no me la folles demasiado bien, no como sólo tu sabes, no sea que se nos desplace quinientas posiciones, hasta Izquierda Unida y más allá, con lo que IU, por fin, encontraría la lideresa que necesita, pero nosotros tendríamos que lidiar con el concentrado cromosómico de Hugo Chávez, Margaret Thatcher y Mao Tse Tung bajo el principio: Primero la Comunidad de Madrid y luego el mundo. Ha, Ha, Ha.

Sé que esta reflexión puede tildarse de machista, pero, justamente eso es lo que quiero hacer ver. Siempre que se sugiere algo relacionado con el sexo por fuerza tiene que haber mezcla. De machismo, de patriarcalismo, de violencia, de sumisión, de repugnancia.... Pero como dijo Freud, a veces un cigarro puro, es sólo un puro, y por lo mismo, a veces un polvo, es sólo un polvo, y sienta fenomenal al cutis.

Primero Arthur Schopenhauer (que, como todo el mundo sabe se pronuncia Séspir), y luego Freud más largamente, dieron en el clavo, en el búsilis de la cuestión. La consciencia humana es del tamaño de la punta de un alfiler que se asienta sobre un iceberg cuyas dimensiones exceden nuestra capacidad de comprensión. La consciencia es sólo voluntad, representación, rol, pantomima, y padece inefables horrores (bendecidos a tutiplén) por ser incapaz de levantar la mirada al horizonte de nuestra lejanía interior y saborear la inquietud continua que un océano de deseo en constante movimiento provoca. Eso que se llamó sexo, naturaleza, lucifer, no es más que la voz inmensa y profunda de la especie, que a su vez no es otra cosa que la voz aún más dilatada y grandiosa de la vida, que no llega a ser más que una minúscula fracción de la colosal voz del universo. ¿Dentro de nosotros y detrás de estas voces estará Dios? No se sabe, pero taponándonos los oídos, seguro que no lo vamos a averiguar. Lo que es seguro es que no está enterrado en un sótano, custodiado por unos edecanes macilentos y pomposos.

Freud, humanamente comprensible, se vio con una patata demasiado caliente, y en su Malestar de la Cultura, dio marcha atrás, apostando por conformarnos con el control social para no acabar destruyéndonos. Es decir, apostaba por la Iglesia y por dejar las cosas como estaban. Pero ya había abierto la espita, había derribado la verja, había roto el cordón de miedo, el condón de piedra de las catedrales (¿nadie ha pensado nunca que el pórtico de la catedral, de la gloria, no es más que un coño inmenso?)

La patria de la libertad no es la razón, es el sexo. Por eso, acertadamente, la Iglesia, que es más lista que sabia, se concentra en reprimirlo admitiendo otros horrores de todos conocidos. Porque la mala conciencia es el último reducto de su poder, su piedra angular. Y, en sentido opuesto, acertadamente también, la República, en todo el mundo, enseña jubilosa una teta.

En el sexo reside nuestra más íntima y recóndita libertad, y hasta que no lo tomemos en plena posesión, para darlo o negarlo a voluntad, y adquiramos plena conciencia del mismo, viviremos la vida de otros, las pesadumbres de otros, y nuestro cuerpo seguirá siendo un prisionero de ajenas zozobras, será un castrati, un no-cuerpo, un anticuerpo entre otros anticuerpos.