martes, 1 de diciembre de 2009

Bomba de relojería

Suiza ha votado en Referendum la voladura controlada de minaretes -que son como los Apolo 11 de Alá, pero que no necesitan despegar para afirmar su supremacía- y por todas partes se multiplican los apoyos de xenófobos y grupos ultras de toda Europa, junto con tímidas reconvenciones de los ponderados líderes europeos.
Me gustaría saber cuál va a ser la postura de nuestra Conferencia Episcopal, o, mejor, del Vaticano mismo, ante un ataque tan furibundo contra la libertad religiosa, perpetrado por esos sátrapas estalinistas en su lucha por imponer el comunismo ateo en el mundo. !Ah! Pero si es contra esos perros infieles, y no contra nosotros, y además no han sido los laicistas radicales, ni Lenin, Ni Fidel Castro, sino los defensores de los valores de la libertad, y de occidente. En este caso habría que especular sobre el hecho de que, a veces, y para la actual cúpula católica, la libertad de culto se defiende mejor atacando la del culto ajeno (como siempre). La tesis de que la religión es el opio del pueblo una vez tumbada con el muro de Berlín, hay que volver a levantarla, afinarla y adaptarla a la actual expansión del Islam en Europa apostando a otra que diga que el Islam es el peta de las religiones. En conclusión, vamos a lanzar un comunicado instando a la prudencia en las valoraciones. O mejor aún, la callada por respuesta. Mas o menos como hicimos con la ascensión de Hitler y el holocausto judío.
Hasta los más enconados ladrones o asesinos necesitan de un paraíso en el que soñar, aunque sea un paraíso fiscal. Y Suiza se ha prestado a ser la pionera del paraíso fiscal mundial. A través de sus fronteras se filtra, por el principio físico de la capilaridad que produce la impunidad y la opacidad fiscal, el dinero que han generado durante décadas la explotación inhumana, todas las dictaduras y todas las corrupciones (¿qué son acaso las dictaduras sino la glorificación, la sublimación de la corrupción?) desde Hitler hasta hoy, pasando por Trujillo en Santo Domingo, el Caníbal Bokassa, Pinochet con sus Ray Ban serie tortureitor, Videla, el Houdini de la subversión (los montoneros desaparecían como por ensalmo), etc. Hasta el chusco, por no decir cutre, de Roldán (no el del cantar de gesta francés, sino el avilantado pícaro español del mismo nombre), se abrió cuenta allí, consciente de que sin un código dentro de una cámara acorazada bajo un sótano de Zúrich, no eres nadie.
No es ningún secreto para nadie que es justamente el secreto bancario suizo, precursor de los paraísos fiscales globales, la causa principal de que la corrupción en España, dado que no se puede perseguir y recuperar el dinero robado, de modo, que hasta descubiertos, encausados y condenados a los corruptos les sale rentable meternos la mano en la cartera. La impunidad es el horizonte que Suiza proporciona a los corruptos y a los dictadores más allá de los afanes de la ley, y las algaradas de la prensa. El tronco del negocio que sustenta a Suiza es el crimen.
Suiza fue la primera, después de la Segunda Guerra Mundial, en elevar a un gobierno en el corazón de Europa a un partido ultraderechista, a la que luego siguieron los austriacos, sus primos hermanos. Para Suiza, su mejor publicidad es no ser noticia, nunca. Lavaron el dinero de Hitler (y se lo quedaron), por eso su bandera es roja, y hubo que lavarle la cara, a su vez con La Cruz Roja, con su supuesto pacifismo no intervenciónista, con las vacas, con el chocolate, las montañas y con Heidi. No importa, hay presupuesto. Solo que de vez en cuando la realidad les estropea el marketing, de modo que de gente tan rica no podemos esperar que, además, sean humanos, que es, quizá, el único lujo que, como suizos, no se pueden permitir, y cierran a los hombres las fronteras, las murallas, que, antes y ahora, siguen francas para el dinero.
Y al calor de ese dinero hacen nido las torvas aves del fascismo.
Suiza es la Meca de los asesinos, de los políticos corruptos y de los nazis. Todos tienen una ventana orientada a sus horizontes montañosos mientras rezan o dejan volar su imaginación y todos sueñan con ir, al menos, una vez en la vida, en santa peregrinación a sus cámaras, ataviados de un humilde maletín como pasaporte.
Suiza es una bomba de relojería en el corazón de Europa, solo que siempre son otros (Liga Norte, El Frente Nacional Francés, El British National Party) los que te dan el navajazo, también made in Switzerland, y no sería el primero.
Me resulta sarcástico que los fanáticos de esta Meca del dinero prohíban los minaretes de las Mecas originales.