martes, 7 de diciembre de 2010

Basado en hechos realities.

          Me estoy pensando cambiar el nombre del blog y llamarlo ¡Asombro!, porque es que no salgo de él. Voy al grano como el Clearasil.
          Trabajo atendiendo a público en un mostrador exento, es decir sin barrera de cristal, reja o paranoias diversas, y entre otras cosas, vendemos Christmas de UNICEF, cuyo importe total va destinado a una campaña de vacunación a niños del tercer mundo.
          El expositor se compone de una repisa donde se presentan los paquetes de felicitaciones y un cartel MUY VISIBLE, que para eso es un cartel, donde se declara la organización, la finalidad de la campaña, un niño muy rico y muy pobre a la vez (esto lo clavan los de Marketing), y destacado en color rojo vivo:
"6 €urazos 6".
          Pues al final de la mañana repaso el número de sobres y resulta que falta uno. ¡Una persona ha tenido el coraje de robar (técnicamente es un hurto), un sobre de felicitaciones navideñas de UNICEF! Los que me conocen saben de sobra que soy capaz de comprender casi cualquier desmán y estupidez, por dos motivos principales y son 1.- mi empatía enfermiza, tipo Zelig con casi todo el mundo, y 2.- porque yo mismo lo hice, lo hago o lo haré en un futuro.
          Descarto el error mío o de ese "individuo" o "individua" al llevárselo crudo (que en esto de ser miserables, los sexos también andan a la par y nadie me va a acusar de discriminación a estas alturas, o mejor, bajuras) por motivos en los que no entro por no resultar prolijo. Lo que me lleva a pensar en la pregunta obvia de en qué mente cabe plantearse cometer un crimen cuya finalidad es expresar nuestra generosidad y y bohonomía. Y además viene a demostrar,  en cierto modo, que la mezquindad y la estupidez son primas hermanas. Entiendo que la gente quiera comer, unas zapatillas de marca, un ordenador, el abdomineitor, un traje sastre, y que por ello robe (Raskolnikov o cualquier concejal de urbanismo lo podría explicar mejor que yo), entiendo que no crea en la caridad, o en la UNICEF, o en la vacunación, o que sea un neonazi que crea que la mejor ayuda a los niños del tercer mundo sea ayudarlos a morir, etc. Pero me pregunto, y si es algo de esto ¿para qué coño necesita felicitar la navidad?
          ¿O es que el estándar de católico, debido a la escasez, anda tan por los subsuelos últimamente que admiten a cualquiera y de cualquier manera?¿Aunque para felicitar las fiestas haya que robar las felicitaciones antes, que es como desplumar al ángel del Portal de Belén (el del cartel de "gloria a dios en el cielo y paz en la tierra a los hombre de buena voluntad" -¡Venga, achanta la mui, y dame todo lo que tienes!) para llevarle un regalo al niño Jesús? Por ahí deben andar los tiros porque incluso cuentan como suyos a los rehenes que nos queremos borrar. Y aún podemos dar gracias porque  podemos verlo como un paso adelante si consideramos que antes la Iglesia took no prisoners: los churruscaba (¡Ley de Apostasía ya de ya!).
          Puedo imaginarme que el texto al reverso de la felicitación debe ir de esta guisa:
 


          En estas entrañables fechas en las que las familias se vuelven a reunir desterrando viejas rencillas, cuando se reavivan los cálidos sentimientos de amor, comprensión, caridad y perdón, cuando se abren los corazones y por fin se abaten los recelos y se derrumban suspicacias, he aprovechado para mangar un paquete de christmas de UNICEF de su campaña de vacunación anual (al loro, que no te mando cualquier cosa) y me he acortado de ti y  de tu familia (arrullado por la seguridad de que estos precisos instantes, hay alguien, allá afuera, también acordándose de mi y de mi familia) y enviarte uno donde poder desearte felices fiestas y expresarte mis mejores deseos de paz, prosperidad y felicidad para ti y los tuyos para el próximo año 2011, y de paso hacerte mi cómplice.

P.D. Te agradecería enormemente que pagaras al cartero el certificado con acuse de recibo, contra reembolso, que es que se me ha echado el tiempo encima y no he podido hacerme con el sello en el estanco porque tienen el mostrador con un cristal blindado. Ya es que la gente no cree en los buenos sentimientos, como nosotros.
P.D.2. Si tuvieras el detalle, envíame una cestita surtida a la dirección que viene en el remite, que el mundo está muy chungo y si no fuera por los amigos...
Y lo dicho. ¡Muy Felices Fiestas!
*       *       *

          Sólo soy capaz de imaginar algo más surrealista (la realidad supera a Salvador Dalí) y es la carta de Jose María Aznar a los Reyes Magos (basada en hechos reales):

          Queridos Reyes Magos de Oriente:
          Este año, aunque he sido muy bueno, no quiero nada para mí (yo soy asín), me lo pido para los españoles:
          1.- Quiero que trabajen más horas, más días, y por menos pasta.
          2.- Quiero que les quiten los convenios, los contratos de trabajo y las mariconadas (en sentido amplio y estricto).
          3.- Quiero que les quiten la prestación por desempleo si son tan vagos y tan inútiles que se quedan sin trabajo.
          4.- Quiero que les recorten las pensiones, y que se paguen ellos los gelocatiles (mi sueldo vitalicio, y mi pensión máxima ni tocarla, ya os dije que no quería nada para mí).
          5.- Quiero que se desmantele la Seguridad Social, la Enseñanza Pública Gratuita, y vamos ya quitando la Media y la Superior.
          6.- Quiero que se acabe además con cualquier vestigio del Estado del Bienestar, que como la beneficencia no hay nada (sobre eso tiene la contrata mi santa esposa).
          7.- Me pido las privatizaciones si es que queda algo, para mis amigos (nada para mí, como veis), que luego ellos ya me pagarán las conferencias y los honoris causa.
          Advertencia: Que como no hagáis caso, me elijo de Caudillo y os mando a Bagdad otra vez, pero echando hostias, a los legionarios.
J.M. Aznar Honoris Causa Disfunción Eréctil,
Cáncer de Pulmón y finalmente la muerte por Hilaridad Irreversible.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Espejito mágico

Las huelgas de la gente que ya de por sí no curraba demasiado y que además se lo llevaba crudo, pidiendo más y más y mucho más

          Nunca dejará de sorprenderme que los seres humanos seamos tan previsibles, especialmente tomados a mogollón. Me es difícil imaginar una vida más regalada y descansada que la de los pastores de nuestros destinos. Silban, levantan el cayado, o, a lo más, sueltan a los perros y, hala, todos al redil.
          Tenista, final de un Gran Slam, punto de juego, set, partido y torneo, le viene una pelota dulce, a la altura perfecta, con el contrincante mal situado, a su lado bueno. Y va y la deja pasar atónito, inexplicablemente. De tan bueno, parecía irreal, fantástico, y como un sueño la deja flotar en el aire y caer al suelo sin hacer siquiera ademán de golpearla.
          Eso le ha pasado a la izquierda (IU y sindicatos, ¿Psoe? ) con la metáfora perfecta, y nadie ha golpeado esa bola ideal, con que, raramente la realidad nos sorprende y nos ilustra. Me explico, ¿a nadie le suena de nada que un club de millonarios, que forman una casta cerrada, con el poder de colapsar un sector estratégico, se dedique a ejercer ese poder para obtener más champán para sus fiestas, más mayordomos para sus mansiones y más eslora para sus yates, mientras nos restriegan a los demás lo dura que es su vida de opulencia, que hasta, a veces, tienen que trabajar un puente?
          La actual crisis económica responde, punto por punto, como una visión en un espejo, al conato de rebelión de los controladores aéreos, en adelante CA. Los controladores financieros, se enriquecieron tanto y tan deprisa vendiendo humo ante la pasividad de los gobiernos, que cuando se dieron cuenta de que el fraude ya no daba más de sí, decidieron que lo que había que hacer era cambiar las reglas. Y ejercieron su poder, porque el poder que no se ejerce, se anquilosa. La libre circulación de capitales no llevó aparejada una tributación global y nacieron como quistes los paraísos fiscales, que en sí no son más que grandes acumulaciones de capital (¿para producir? nones) dedicados en exclusiva a la especulación y a la extorsión.
          En los gobiernos nacionales no hacen más que tomar medidas contra los derechos sociales y los endebles estados del bienestar, con el único horizonte de "calmar a los mercados". 2500 CA retienen 600.000 rehenes, 250.000 controladores financieros tienen secuestrada al resto de la humanidad. O tragamos el aceite de ricino de las medidas y recortes, para poder ejercer su despotismo con más soltura (¿inmoralidad? ¿desvergüenza?) para enriquecerse más deprisa, o nos hunden el estado, así de sencillo.
          Sólo que los CA eligieron un mal día para dejar de oler pegamento, y les salió rana, y hasta es posible que cunda el ejemplo. En mi humilde opinión una respuesta proporcionada, como ha sido la realizada contra el chantaje de los CA, sería declarar el estado de alarma y que el ejército tomara los paraísos fiscales, retornara el dinero negro (y a veces rojo de los crímenes), al sistema fiscal bajo el imperio de la ley, es decir, al del común de los mortales, y por último procesara a los imputados por sedición, según las leyes. La contundencia aplicada en sofocar la revuelta mafiosa de los CA, tan aplaudida casi por la unanimidad de los ciudadanos, se convierte en mansedumbre y resignación cuando se trata de los "mercados".
          ¿Dónde estaban los sindicatos ayer, dónde la izquierda pidiendo que se hiciera extensible el estado de alarma al control de las finanzas internacionales? Eso sí el PP no perdió la ocasión de sacudir a Zapatero, o de iluminarnos, en un ejercicio de confusión y casi diría de demencia, sobre lo malas que son las huelgas, después de haberlas alentado, según se deduce de las reuniones con los controladores el mes anterior, en su línea política sarnosa de "alimento la confusión, el descrédito, las revueltas, etc, etc," y saco tajada electoral.
          Mi última esperanza es el Wilileaks, que a ver si saca la ropa interior de los tejemanejes político-financieros y entonces puede que nos despertemos y conozcamos la verdad, esa princesa desmayada que es tan tonta que resulta la primera víctima de toda guerra. Habrá que creer en su resurrección. Que la bese el príncipe Assange.

PD. Lo carcajeante es que los apóstoles del liberalismo (que es el libertinaje del capital al que las demás libertades deben capitular) han puesto precio a la cabeza de Assange, y es más buscado en estos momentos que Bin Laden, justamente por ejercer la libertad de prensa, y la libre circulación de informaciones ciertas y documentadas. Puro Marxismo, de Groucho, claro, absurdo, delirante, corrosivo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Espejos quebrados

...tu ego ¿qué es?... es una imagen, sólo una idea...
Alan Watts.

Extractos del informe del Dr. Peralta, psiquiatra.
        El paciente se mostraba no reactivo, taciturno, pero tranquilo. No respondía a las preguntas, ni daba la impresión de comprenderlas o de que ello le importara. Cuando nos fue derivado del hospital, sus heridas físicas habían cicatrizado por completo en brazos y manos. La oftalmorrexis evolucionaba sin complicaciones. Se requería su posterior evaluación psiquiátrica. En un primer momento la mutilación no parecía tan apremiante, como los supuestos intentos de suicidio que delataban las heridas en las muñecas. El asistente social no había logrado localizar a familiares o conocidos. Ni se conocía historial psiquiátrico alguno. Había surgido de la nada, sin historia laboral ni relaciones.
        Por suerte en la casa donde fue atendido por los servicios de urgencia, alertados por los vecinos, y donde lo encontraron exangüe y desangrándose, entre el desorden y un mar de cristales rotos, también se halló un portátil inservible, con una batería sulfatada, pero del que se pudieron extraer unos archivos de voz inconexos, lúcidos, a veces ininteligibles, en ocasiones más parecidos a gruñidos o lamentos. La brutalidad de la evulsión autoinfligida y su silencio infranqueable me llevaron a volcarme en esa débil pista en pos de su comprensión. Reconozco que no descansé hasta darles una forma homogénea, a modo de rompecabezas.
        ¿Qué otra cosa podemos hacer los médicos de la psique sino recomponer personalidades rotas en mil pedazos, a veces minúsculos, esquirlas apenas? . Estamos acostumbrados. La esquizotimia delataba su tendencia a la meditación, su aislamiento prematuro, nos hablaba ya de una estructura interior disociada en cuanto a sus funciones psíquicas.
        El material se compone de unos retazos hilvanados entre la poesía y la paranoia, delirante, aunque no del todo alucinatoria, que nos lleva a pensar en una psicosis paraniode con un alto componente de narcisismo vulnerado, tal como parece indicar su fijación por los espejos. Si bien no estoy muy seguro de haber puesto, en esta amalgama, más de mí mismo que de lo que se puede desprender de los fragmentos, los expongo a continuación.



        "Soy insomne. En las horas dormidas en que todos descansan, donde hasta los objetos reposan y los ruidos se aquietan, me paseo por el paisaje abandonado y desierto de las habitaciones, reconfortado por el silencio que fluye, como un surtidor, de la noche omnipresente.
        Soy dueño de todo lo que puedo abarcar, soy el poderoso monarca de esas horas. Una sola inquietud hostiga mi ronda. Los espejos.
        Quizá deberían dormir ellos también, deberían cesar de velar, pero ahí están, inquietantes, también insomnes y vigilantes, acechado con un ojo abierto desde los rincones sin luz, mortalmente vivos, con la reflexiva cualidad lunar, que les hace llamarse lunas, armarios de luna. Y la noche les otorga su apogeo. Son cazadores nocturnos, rapaces, depredadores que han despertado en busca de su presa. Su brillo es el destello paciente de los ojos y de los colmillos afilados de una manada de lobos agazapada tras la cortina de la oscuridad.
        Al principio pasaba ante ellos como una exhalación, y de reojo podía observar mi propia figura huidiza. Llevamos escrita la estrategia de no detenernos ante el peligro cuidándonos mucho de que no parezca una fuga. Bien sabemos que la química del miedo puede ser un perfume que despierte a la fiera tanto como el de la sangre. En realidad mi miedo era su poder. Cuando fui consciente del mismo y de lo irracional de su aparición, reuní el valor para mirarme de frente, y pude leer en mis ojos la letra menuda de una rendición.
        Noche tras noche me fui acostumbrando y asomando, temiendo encontrar a mis espaldas espectros o universos infernales desatados, temiendo que leyera las amenazas angustiosas y ancestrales empozadas en mi mente y las amasara en una imagen cuajada de la aniquilación.
        Pero me encontré con algo más abismal todavía.
        Mientras nos reflejamos en los rostros ajenos, dueño cada uno de su propia luz diurna, de su propio calor de amor o de odio, de su limitación, de su mentira, somos nosotros. Nada nos hace ser tanto, como mirarnos en otros ojos, escuchar sus voces, oler sus respiraciones. Sin embargo, el espejo no devuelve nada. Se queda con tu mirada congelada, con tu olor, con tu voz, con el pulso de tus venas, congela el ser y lo rodea de una sustancia oscura, muerta y viscosa que no se puede acabar de nombrar. Ya eres su presa.
        En el espejo me asomaba a un pozo frontal, de profundidades frías e infinitas, sin fondo. Posee su propia gravedad, una gravedad metafísica que obedece a leyes de un universo desconocido. Esperas oír el susurro de la muerte contando sus secretos. Una estampida de amenazas fantasmales, el odio del más allá. Pero en su marco se contempla un lápida con tu imagen dibujada, atónita, y muda, sin epitafio. Alunado, alobado. Esa imagen de carne fría y vacía, esa imagen desangelada e inmisericorde, era yo. Yo era el fantasma.
        !Qué soledad! !Qué soledad! !Qué abrumadora soledad! (Aquí repite infinitas veces, como un lamento espectral y penetrante, ésta y otras frases ininteligibles. Luego continúa)
        Y, sin embargo, no había llegado todavía al final de mis temores. Lo que de verdad me aterraba era pensar que pudiera existir una confabulación universal de los espejos, y que todos confluyeran, y que todos estuvieran relacionados, y que todos formaran una red surreal de túneles comunicados, una necrópolis bajo la metrópolis, una fosa muerta de cal viva, una Atlántida donde penaremos en círculos, albañales, cloacas inacabables y eternas, y que cada espejo es una gruta en que caer, una nostalgia de nuestro ancestral pasado acuático, una pesadilla que atravesar. 
        Solo un dios cruel nos ha podido implantar un espejo en cada uno de nuestros ojos, en el fondo de la retina. Cada vez que nos miramos en un espejo en realidad no nos reconocemos. Ellos (el fondo de nuestra retina y el espejo) se reconocen entre sí, han detonado la señal. Empieza la caza. La única salvación puede que no sea otra que romper todos los espejos, arrancarnos los ojos."




        La última grabación data de dos años atrás, queda, pues, un largo trecho de dolor, de extravío, puede que de delirio, hasta explicar por qué se arrancó los ojos con una cuchara afilada. Las heridas en antebrazos, que me llevaron a pensar, en un primer momento, en un intento de suicidio, quizá no respondan más que al hecho de su furor desatado por romper espejos y otros cristales de la casa. Sólo un miedo insalvable y continuo en el tiempo, quizá, acompañado de episodios psicóticos, pudo llevarle a esta situación.
Demócrito
        Desde luego no parece seguir el ejemplo del risueño Demócrito, el primer filósofo atomista griego, del que dice la leyenda, se arrancó los ojos para demostrar su desprecio por los placeres de la vista y poder concentrarse en el conocimiento interior. Algo así como Lucía Casta de Jerez que lo hizo por evitar la tentación. Bien pensado, es posible que, más bien, siga la huella del rey de Tebas, Edipo, cuya única expiación fue morir ciego después de matar, romper en pedazos la imagen de su propio padre. Resultaba, en cierto modo, una manera de sobrevivir.

Máscara de Edipo
      Una vez en la consulta, leí los fragmentos al paciente con el afán de que comprendiera mi interés por comunicarme con él y por entenderlo. En aquél momento el sol le calentaba la cara. Esto parecía complacerlo y yo le situaba donde pudiera disfrutarlo. Rechazaba las gafas oscuras y se quitaba las vendas cuando se las restituían. Su cuerpo descansaba inerte, pero erguido en el sillón, su rostro, inexpresivo, sin vida, lucía dos profundos cráteres donde debían estar los ojos. Al final de la lectura hizo una mueca, que pudo ser una contracción muscular o una reacción a la luz, pero que yo quise interpretar como una sonrisa.
        El horror, con su parafernalia sangrienta y emotiva, comúnmente suele ocultar, funciona como coartada para enturbiar, enmascarar, la visión clara y cristalina de la propia muerte.

http://www.youtube.com/watch?v=7ewWOHHcc_s

sábado, 27 de noviembre de 2010

Viajes espaciales en un lugar sin espacio II

El espejo del baño

        Otro lugar interesante en mi casa era el baño, un pasillo estrecho, sin salida, alicatado hasta el techo de azulejos de un blanco brillante de hospital y cuyos intersicios habían sido repasados obsesivamente, mano en ristre de un minúsculo pincel, con la línea plastificada del baldosinín. Estaba presidido por un lavabo gigantesco, también blanco, como un altar. Un rincón perfecto para abismarse en los pensamientos, la única puerta de la casa dotada de pestillo, y, lo que era aún más importante, la única habitación con espejo.
        Encima del lavabo había colgado un mueble de metal, ultramoderno para aquellos días, que servía, al tiempo, de contenedor a los utensilios de aseo y de espejo. Un sagrario para aquel templo de silencio. Se dividía en tres cuerpos (Gallia est omnis divisa in partes tres). Uno central, más ancho, y dos laterales más pequeños, cuyas puertas poseían la maravillosa facultad de abrirse hacia el centro.
Mare Tranquilitatis
        Aquella disposición tan extraña de un espejo en un lugar tan estrecho en el que no cabían dos personas, una detrás de la otra, tan terminal que no iba a ningún sitio, y, a la vez tan íntimo, conformó en mi mente el extraño pensamiento de que nadie de mi familia se reflejaba en los espejos. Nunca había visto a ningún miembro de mi familia a través de un espejo. No tenían acceso a este reino, un reino sólo para mí, en realidad, el único reino apaciguado en la tierra, el verdadero mar de la tranquilidad que luego sabría que había dado nombre a cierta región lunar, destino del primer alunizaje humano. Qué bálsamo la soledad de los espejos, de las lunas de los espejos.
        Si abrías los laterales e introducías la cabeza en medio, podías observarte desde perspectivas impensables. Incluso, si cerrabas un poco tras de ti las puertas, podías, cosa increíble, vislumbrarte el cogote, que imaginaba como el fondo de tu propio ojo. Pero lo mejor era sin duda ponerlos enfrente uno de otro. Entonces se descubría una grieta, un belvedere que abría un balcón hacia el infinito. Me podía ver allá en la lejanía pidiendo socorro, e irme a rescatar en mi nave cuántica, atravesando las infinitas dimensiones que parecía formar cada imagen alejándose. Si flotaba o levitaba, no lo sé, no estaba allí para verlo.
        Aquellos cristales eran ligeramente flexibles, y si se hacía la suficiente fuerza en los bordes, se podía ver cómo se curvaba el universo. Cuando mucho después supe que Einstein ya sostenía que la geometría del universo tenía poco que ver con Euclides y que se curvaba, como el horizonte de la tierra, que resultaba que tampoco era tan plano, sentí más ternura que admiración por ese hombre, más nostalgia por el niño que fue que por el sabio que llegó a ser.
        Moviendo los espejos laterales en paralelo, basculaba, allá lejos, la imagen de aquel itinerario infinito, dando la impresión de velocidad próxima a la de la luz. A veces encontraba civilizaciones civilizadísimas que emanaban una aureola luminosa de bondad, y otras veces, siniestros peligros, y seres malignos que conjuraba con mi habilidad en el pilotaje espacial. Expacial.
        Estas aventuras solían terminar con golpes en la puerta, y gritos que reclamaban la inmediata apertura del baño, exigida por necesidades más perentorias o derechos adquiridos de prelación. En ese momento cobraba súbita conciencia de que en mi pecho moraba un corazón de sangre fría, un lagarto enroscado y aterido. Respiraba hondo, más hondo de lo que quisiera, atezaba un poco mi pelo con agua, volvía a su sitio los espejos laterales, que se ajustaban con un cierre de imán que me recordaba al sonido de las compuertas de las naves espaciales, y, con un gesto parecido a la resignación, aterrizaba en la tierra y liberaba por fin el pasador.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Viajes espaciales en un lugar sin espacio I

"Aquella estrella gigantesca...era testigo de la insignificancia de nuestras acciones, de la indiferencia del vacío, del espacio, con la cual nadie se reconciliará jamás."
Stanislaw Lem. Retorno de las estrellas


     Nadie me ha enseñado a vivir, y, para mí, se ha convertido en un acto inútil de desesperación absoluta. Sólo soy, como se dice comúnmente, un hombre empeñado en no morirse. Confieso que he sobrevivido. Sobre haber vivido, no puedo decir tanto. Tengo el amargo convencimiento de que el ser humano está dotado de la capacidad de superar los hábitats más adversos y las condiciones más hostiles. Lo que no sé es si eso sirve de algo. Sobreviví a mi país, a mi barrio, a mi casa. A mi familia.  No me mató pero tampoco me hizo más fuerte. Quizá, eso sí, más triste.
     Con el tiempo he desarrollado una estrategia que me permite minimizar estragos. Por un lado una anestesia contra el dolor, que se resuelve en una amnesia, en un olvido de las personas que lo causaron, y por otro, en mantener vivo el recuerdo de lo que me permitió seguir adelante. Y ahí voy.

La Telefunken

     Por aquel entonces, el televisor ocupaba, en el salón-comedor de apenas diez o doce metros cuadrados, el lugar sagrado del que había sido desplazada la radio de madera con sus botones nacarados y su rejilla de tela por la que se difundía habitualmente una enardecida y monocorde voz nasal. Por contra, la Telefunken, aunque poseía toda la prestancia y el reposo que se le suponía a la nobleza del mobiliario más vetusto, se le añadía el prestigio alemán del ojo tecnológico y oscuro. Para los niños resultaba tan hipnótica como una bola de cristal, incluso en su estado habitual de reposo.
     Su quietud, su silencio, su indiferencia, su oscuridad, su abismal inhumanidad me ponían en el disparadero de sentir, ante él, la misma grandiosa congoja que pudo sentir Gagarin, la primera vez que un hombre saltaba al espacio. Asomarse, por un ángulo, a la superficie curvada del cristal oscuro, te devolvía la imagen deformada de tu rostro, como la que se podría ver si estuviera embutido en una escafandra, flotando en las tinieblas, rodeado del más majestuoso de los silencios. Sólo podía escuchar mi respiración que empañaba, a ritmo regular, la superficie brillante y frágil que me separaba de la nada absoluta, de la muerte instantánea.
     La tele tardaba casi un minuto eterno en encenderse. Nadando en el gris primigenio de la pantalla, empezaban a aparecer destellos, brillos intermitentes, fogonazos, hasta que surgía un punto situado en el mismo centro, muy brillante, como el núcleo de una galaxia, que se estiraba, por fin, en una línea horizontal, ampliando la perspectiva. Esta línea se abría, posteriormente en abanico hacia los extremos inferior y superior de la pantalla. Sólo entonces empezaban a surgir las imágenes.
     Asistir al encendido constituía una ceremonia a la que no estaba dispuesto a renunciar, y me disgustaba que nadie pulsara el botón sin antes avisarme. Solo que a nadie le importaba. Cuando se acercaba la hora de la merienda en que comenzaba la emisión, me poseía la impaciencia y anticipaba una genuina excitación. Simplemente pensaba que la imagen venía flotando por el espacio y arrastraba consigo todo ese polvo de estrellas, cometas, meteoritos y asteroides. Sentía, una y otra vez, la misma emoción que si lanzaran un cohete desde Cabo Cañaveral a la Luna, a Marte o a Júpiter. Eran años de carrera espacial, de asombro e impaciencia. La expectativas de alcanzar nuevas fronteras eran superadas, vertiginosamente y de continuo, por los logros.
     En aquel televisor de válvulas, y durante el minuto que duraba el encendido asistía con verdadero éxtasis al viaje entre nebulosas, al nacimiento de cuásares, y al azar de las corrientes gravitatorias. Luego la emisión no resultaba tan interesante, excepto cuando abundaban con un episodio o película sobre el espacio exterior. Por entonces me gustaba llamarlo el expacio.
     En mis sueños me acunaba el pensamiento de ser como un embrión flotante, orbitando sobre la tierra. Volar, flotar, tal vez soñar.

PD. Mañana la segunda.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Nuevos modelos iPad para las navidades


Bajo el lema "iPad (léase Hay Paz) y iAmor (léase Hay Amor) esta Navidad", y después del paseo triunfal el año de lanzamiento de los Tablets de la pequeña manzana, la compañía de Jobs, se prepara para dar el triple salto mortal, y acaparar las ventas navideñas con tres novedosos modelos adaptados a nuestras latitudes mediterráneas.

Tablet de Jijona, (turrón del software)
 
Tablet de Alicante (turrón del hardware)


Tablet de guirlache (turrón del heavyhardware)



!!!Ha nacido un nuevo concepto!!!
!El dispositivo fungible y comestible!!
Ya no sólo se consume la batería, o tu saldo. !!El tablet mismo se disolverá en tu boca en medio de un festival de endorfinas (y seguras)!!

También en un futuro, que cada vez es más próximo, tendremos disponibles, dos interesantes propuestas, que podéis votar en Facebook:

1.- Para los golosos, el Tablet de Chocolate, también llamada Apple Chocolate, en colaboración con la empresa Tres Tazas. Irresistible. !Tu mente y tu estómago por fin de acuerdo!
Con teclado incorporado. Mancha pero mola.

2.- Para los amantes del fitness, el Tablet de Chocolate II, que tendremos disponible de cara al verano, después de habernos comido todos los anteriores. Se trata de un ingenioso proyector retroiluminado que proyecta sobre su fofa atonía (anatomía átona) la siguiente ilusión óptica, sin necesidad de seguir una dieta rigurosa o abdominal alguno.
También en versión femenina.

Después del anuncio de este salto al vacío, la multinacional Nestlé ha perdido un tercio de su valor en bolsa.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Nuevas Apps navideñas para iPad

Campaña navideña de iPad
Nuevas utilidades en la tableta de Steve Jobs,  recién incorporadas después de su vuelta de Alpha Centauri en el Enterprise.

1- UV Rays HD

Esta aplicación le permitirá lucir bronce todo el invierno. Funciona por defecto y al mismo tiempo que entras en facebook y miras el porno, sin haber pisado una pista de esquí, ni tener que visitar las playas del hemisferio sur. Pronto el moreno iPad será un signo de distinción. En su versión de pago, sin publicidad, no clareará una manzanita mordida en tu frente.
Haga el tonto pero sin que lo parezca.

Con diversos filtros lograrás efectos de fantasía.
La chica esconde la cara por el estampado de sofá
que además no coincide con la posición inicial del filtro.
En las próximas versiones esperamos mejorar el gusto. Y la puntería.

2- App Placa de inducción HD.


El tamaño del dispositivo no permite más que un solo fuego,  pero por contra hay variedad de tamaños de placa, desde el de encendedor de coche hasta el de una cacerola pequeña o sartén de 16 pulgadas. Se dispone de un pequeño módulo calienta biberones en nuestro App Store. La versión de pago añade infiernillo y un braserillo, muy útil bajo mesa camilla de invierno y para asar las entrañables castañas. Su gato se lo agradecerá.

3- Hairdryer HD

¿Su vida ya es demasiado complicada?

¿No quiere meter en sus desplazamientos invernales un aparatoso secador de pelo en su mochila que le impediría, además, cumplir con los estrictos controles de tamaño de equipajes de cabina de algunas compañías aéreas irlandesas que empiezan por Ryan y terminan por Air?, 
Su dispositivo iPad, plano, puede equiparse con el nuevo App Hairdryer HD.
Interfaz Inicio
Efecto Vintage.

En su versión de pago añadimos el maravilloso efecto "Julieta Serrano"




Su gato persa se lo agradecerá.


Y próximamente otras novedades. ¿Está en el baño leyendo la prensa y se ha quedado sin papel? Estamos preparando Refresh your ass HD, con variantes nostálgicas con papel de estraza,  o más satisfactorias, como con la foto de su personaje más odiado, etc. Cortar, pegar, y ya te puedes limpiar el culo con la foto de Sanchez Dragó, o similar.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Carnaval de óxido nitroso

Coronan el firmamento
Júpiter y otros gigantes
de gas.
Corren ríos de champán
rebosantes de burbujas
de gas.
Las damas se contonean
bajo el ojo del pintor
Degas.
Los caballeros reprimen
emisiones corporales
de gas.
Sus carcajadas retumban
como huecas explosiones
de gas.
Son corazones ardientes
que bullen como calderas
de gas.
Ella le ama tiernamente,
su nombre es Mari Luz
de Gas.
Tocan ya nuestra canción,
empuñad vuestros mecheros
de gas.
Una foto para siempre,
sonrían a la cámara
de gas.
Todos se mueren de risa,
del modo más hilarante
de gas.
Pues la vida y el amor
son solo un baile de máscaras
de gas.

domingo, 31 de octubre de 2010

Jacob se muda

     Con toda la extensión de su brazo, lanzó el paquete arrugado y vacío al rescoldo de la chimenea desde el otro extremo del salón. Éste resultaba demasiado espacioso y desangelado para su gusto y sus necesidades de hombre solo. Bombillas de filamento, marcadas por el polvo y por gotas de pintura, pendían de paredes y techo, por lo demás desnudos. A excepción de un sillón de orejas granate, única herencia del anterior propietario, que rezumaba estopa amarilla, y de un conjunto de comedor, mesa y cuatro sillas, tan lacados y nuevos que se apretujaban en su flamante timidez un poco alejados, el único dueño y señor, la única abrumadora presencia en aquel salón con galería superior y bóveda de cañón, era el retumbar del eco. La paredes blancas, con el olor característico de lo recién encalado, usurpaban el pretendido calor de hogar del gres rojo del pavimento. No le había quedado más remedio, por el momento, que dejar su amado equipo de música sobre las losetas irregulares del suelo. La restauración de la cuadra del sepulturero parecía sugerirle que todo estaba en un orden demasiado perfecto para recibirlo, con la frialdad de una bienvenida exageradamente formal, sonrisas forzadas que anunciaran una subrepticia hostilidad. Se acomodó nuevamente en el sillón junto al cerco de madera barnizada de la ventana, e imaginó a un labriego de piel oscura y agrietada, que, ataviado con un frac, esperara ansioso que cayera la noche para desabotonarse el rígido botón del cuello almidonado.


     El paquete se quedó a medio camino. Ni siquiera rozó el frente. Iba a dejar de fumar pero ya, definitivamente. Era la tercera vez que se lo decía hoy, y la tercera es la verdadera. Un domingo a esas horas ya no encontraría tabaco excepto en el bar del pueblo. Aquella taberna no disponía de su marca y la que ofrecía era a precio de traficante y pegaba al paladar un sabor acerado próximo a la arcada. No le gustaba el tabernero ni su mugrienta barra ni toda su pringosa clientela, vamos que no pensaba bajar y decir hola y someterse al escrutinio riguroso de su misantropía. Ni se decidía tampoco a tomar el coche y salir del pueblo, paralizado, sin saberlo, por la falta de costumbre de sentirse observado de forma taimada.


     Cuando aplastó la colilla en la tierra cuarteada de la maceta del tallo reseco, que había arrastrado desde el exterior para que le sirviera de cenicero, empezó a considerar la posibilidad de que el paquete, impulsivamente aplastado por su mano, apresuradamente arrastrada por fugaces frustraciones, pudiera contener un cigarrillo más. Se lo podía imaginar tontamente echado a perder, víctima de su irreflexión, y, sin embargo, con un poquito de suerte, todavía recuperable. En su cabeza se desencadenaba la sirena de la nicotina, y un equipo de urgencia se disponía a partir. Antes eligió una música que lo tranquilizara. Kamakiriad (*). Donald Fagen. Perfectamente deslabazado y pasado de moda. Cuando salió el disco, diez o quince años atrás, ya lo estaba. Aquel fondo de saxofón, que llevaba el ritmo a escupitajos, era probablemente lo único con auténtica textura allí.




     De todas formas, se convencía, debería recoger el paquete del suelo y echarlo al fuego como rito expiatorio que expresara su determinación de represar los pensamientos que le trotaban por la mente a punto de galope. Sin saber cómo, se encontró arrodillado junto a la inerte bola de cartón y plástico y sus manos se afanaron en abrir, con la delicadeza con la que se abrirían los pétalos a una flor o los dedos de un bebé, la arrugada superficie del paquete.


     !Joder! !Vacío! La imaginación le jugaba malas pasadas y tendría que bajar a la taberna a exhibirse frente a la parroquia. La primera vez que transpuso su umbral, la tarde anterior, y avanzó entre la disimulada curiosidad de la asistencia, recibió su primer revés. Pidió, después de un café, tabaco, y no disponían de su marca. Allí nadie fumaba de eso, añadió Fermu, al otro lado de la barra. En el local se podía mascar el silencio como el tabaco. Las comisuras arrugadas de los lugareños, que no sus ojos, fijos en el mármol irisado de los veladores, daban indicio, con su mínimo y sincronizado alzamiento, de una sorna colectiva que amalgamaba el grupo y que le había etiquetado, de entrada, como un extraño.


     Por supuesto, no quiso dar la impresión de haberse dado cuenta, y se presentó. Había comprado y reformado la casa junto al cementerio y había decidido pasar aquí, en Huerta de los Monjes, una temporada, añadió con una sonrisa que no supo ser franca.


-Antes se huía del pueblo por necesidad, y ahora tocaba salir escopetado de las grandes ciudades a saber por qué- Sentenció Fermu, que además de posadero parecía tener mimbres de filósofo. A Jacob le pareció que la grosería sobrevoló las mesas con la liviandad con que se habla del tiempo o de la cosecha, pero que de igual modo echaba por tierra su supuesta superioridad urbanita, la desenvoltura de sus movimientos y hasta la hechura de su terno.


     Pero la cosa no quedó así, y mientras el posadero se ponía de puntillas para alcanzarle el paquete, y lo plantaba encima de la barra como el que canta las diez de monte, le anunció el precio. Un precio escandaloso, de estafa, de turista. Aceptarlo rozaba lo humillante. La sorpresa lo dejó mudo mientras echaba la mano al bolsillo. Y entonces Fermu aprovechó para rematar.


-Cuando se empieza a huir, acaba uno rebotando como la bola de un pinball.-Y señaló la máquina desvencijada al fondo del local con el pulgar. No dejando muy claro si se refería a la circulación natural de la población o directamente al recién llegado.


-Sólo que eso a usted no le importa- contestó, subrayando las tes, pero con apenas un hilo de voz, sin conseguir contrarrestar el aplastante y certero diagnóstico de aquel hombre rechoncho. Salió del bar teatralmente enhiesto, levantando el antebrazo en un gesto a medias de despedida y de desprecio. Su sombra, proyectada por la luz de la tarde, le siguió demorada, arrastrándose entre cáscaras y servilletas arrugadas.


     Estaba acostumbrado al aborrecimiento franco y sin ambages que le infligía su mujer, o ex mujer ya, o no. O la cosa que fuere en el trámite de mandarse mutuamente, y de las peores formas, a freír espárragos. Quizá no esperara una bienvenida, pero esa rústica sutileza lo desarmó.


     Con este recuerdo en mente, periódico en mano, aplastó una mosca que rebotaba contra el cristal de la ventana al ritmo de los regulares golpes de saxofón del disco. Un momento después cayó en la cuenta de que una mosca en un cristal o una bola de acero en un pinball podía rebotar, mecida por el ritmo, pero acabaría sin remedio, era cuestión de tiempo, succionada por el sumidero debido a la inclinación de la plataforma del aparato. La tenacidad de la mosca se resolvía en agitación, su energía en un simulacro, no había verdadero movimiento, traslado, cambio.


     Se sentía prisionero de un oscuro temor que se negaba a llamar cobardía y si afrontaba los peligros del juicio ajeno, dando una impresión inestable de coraje ante sí mismo, lo hacía empujado por su propia debilidad. Llámese tabaco. Cualquier clase de tabaco.


     No había desembalado todavía las maletas. Un poco por pereza, y un poco por la sorda negativa a seguir cualquier conducta que su in, ex o cosa, pudiera considerar adecuada. Ataviado con aquel terno, demasiado formal, en que se había empeñado en presentarse, tendría que volver a aparecer ante sus nuevos vecinos.


     Después de los aguaceros de media tarde, se había enfangado el camino hasta la única calle asfaltada e iluminada por los pocos faroles, precaria defensa contra la oscuridad, de aquella pequeña población. Acercar su coche de ciudad hasta la puerta del bar y arriesgarse a quedar atravesado o, mucho peor, arrumbado a la vereda, le podía dejar en la situación desairada de dejar al descubierto su torpeza y de verse obligado a pedir ayuda a los que gustosamente se la prestarían sin dejar pasar la ocasión de la chanza.


     Aquel goteo de circunstancias y prevenciones se estaba volviendo endemoniadamente contra él, pensó al verse a sí mismo saliendo de casa enfundado en su terno de gala, muerto de frío, amenazado de lluvia y teniendo que afrontar aquella densa oscuridad sin luna, con un cielo cerrado por las nubes, y por aquel sendero donde ya resultaba complicado mantenerse en pie, como para esquivar las irregularidades y charcos de una pendiente convertida en un lodazal. Con todo, el vaho de su respiración, y el dolor del aire en sus pulmones, le insuflaban el ánimo suficiente para el cumplimiento de una promesa, que le empezaba a parecer, por lo inasequible, una profecía.


     Cuando, por fin, recaló en el recinto iluminado, el barro le cubría completamente el calzado y le llegaba a la altura de las rodillas, distribuyéndose en salpicaduras hasta casi medio cuerpo y mangas. Pocos le hicieron caso, arracimados y más atentos al televisor, que había sido aupado al altar mayor de aquella parroquia, y que desde su atalaya emitía, a media voz, los detalles de una nueva y apasionante jornada liguera. Fermu, acodado sobre la bisagra de la barra, junto al aparato, parecía no haberse dado cuenta de su llegada.


- !Buenas noches, hombres de las tabernas!- se anunció con una gran sonrisa en la cara.
-!Buenas!- respondió Fermu, desprevenido.
Un hombre sentado de espaldas se dio la vuelta y apuntandole pareció querer decir algo, justo en el momento en que Fermu le hizo un gesto con la palma de la mano para que le dejara hablar a él.
-Esta tarde ha venido una mujer buscándolo- El coro asentía y enseñaba los dientes- Por cómo hablaba de usted, no nos pareció lo más adecuado darle su dirección. Se fue a Llaneras, donde dan camas, para pasar la noche.- Entonces aparecieron las encías más allá de las caries.
-Pero hombre de Dios,¿cómo viene usted así? Siéntese y tome algo caliente por favor- Dijo el Plauto, alto y enjtuo, al verle envarado y mudo por la sorpresa, acercándole una silla.- !Fermu, un autoarranque!.


     Jacob se dejó sentar como un niño el primer día de escuela. Y le plantaron delante un vaso de caña hasta el borde, de algo que parecía, olía y no era otra cosa que aguardiente blanco. Se dejó quemar las entrañas y sólo pidió a cambio un cigarrillo para acabar de carbonizar sus vías respiratorias. Sus tuberías abrasadas armonizaban admirablemente con sus pensamientos.


     Todos respetaron su silencio y siguieron a lo suyo, que era nada. Jacob no volvió en sí hasta más que mediado el vaso turbio que contenía aquel líquido cristalino, y lo hizo poco a poco. Al principio le llegó la monótona descripción de las hazañas hiperbólicas de los futbolistas narradas con entusiasmo profesional. Más adelante le pareció que aquellos lugareños soñaban, vivían arremolinados alrededor del tenue calor del heroísmo macho que desprendía el relato del televisor, como si viniera de un lugar muy lejano, de un pasado muy distante. Por último, cayó en la cuenta de que aquél era un refugio contra el frío, contra la noche, contra el barro, contra el tiempo. Un refugio sin mujeres, una cobardía sarnosa, zafia y grosera. Y descubrió que aquel era su sitio. El sitio donde decidir no afrontar a su in, ex o cosa, el lugar en que despertar por fin de la pesadilla de su matrimonio. Pidió un paquete. A Fermu, casualmente, le acababa de llegar su marca preferida.


     Cuando, acabada la velada, lo acompañaron a casa, toda aquella procesión de borrachos, que resbalaban, caían y se alzaban de nuevo entre risas bravuconas, pendiente arriba, se consideraban ya poco menos que la comunidad del anillo. Entraron y encontraron admirable la ausencia de decoración y palmearon rudamente en la espalda a su dueño. Lo subieron por la escalera con los brazos colgando, y lo acostaron en la cama completamente bebido y con el estómago vuelto del revés, aunque aún tuvo la suficiente lucidez para apreciar, en el brillo de sus ojos, que ya lo consideraban uno de los suyos. Empezó a soñar que era Blancanieves y que sus nuevos amigos despeñaban a la bruja por un acantilado.


     Los siete enanitos contemplaron con la gran satisfacción propia de una venganza que les estaba vedada, y durante largo rato todavía, a Jacob con el resplandor del olvido pintado en la cara como si fuera una suerte de felicidad y envuelto con el traje apelmazado de barro entre las sábanas inmaculadas.




(*)Kamakiri es mantis religiosa en japonés y el nombre de un coche de alta tecnología en el disco.

sábado, 9 de octubre de 2010

Súper Mario Vargas Galaxy


Egos ajenos y negocios

     Alguien tendría que llevar, cuaderno en mano, a los pies de bodegas y destilerías, el cálculo fiel de las cajas de botellas de cava, y de las de whisky de malta, consumidas estos días atrás, después de la concesión de un premio Nobel como el de Vargas Llosa. Sería un dato curioso y revelador. Lo digo porque me imagino a los editores y agentes que tengan que ver con el autor, con otros autores peruanos o hispanohablantes en general, descorchando a borbotones el cava de las futuras y millonarias ventas navideñas. !Se acabó la crisis por un rato!

     Aludo también al cómputo del whisky de malta porque es el antidepresivo científicamente comprobado más eficaz en el plazo de las dos horas que dura la ingesta de la botella, y además permite revolcarse entre los harapos de la autocompasión sin perder del todo la euforia, la lucidez y cierto resplandor de dignidad. !Ah!, y cierra siempre su maravilloso efecto sumiendo al sujeto en una inconsciencia babeante, que como dice el chiste, produce pérdidas de memoria a corto plazo, y otras cosas que no me acuerdo.

     Me imagino de este modo a poetas y escritores puestos en el disparadero del Nobel, y a otros muchos que no lo están, haciendo las cuentas de que hasta dentro de otros 20 años no toca, y puede que ya no sobrevivan, mientras ven desfilar delante de ellos a poetas simbolistas de Papúa Nueva Guinea, y al gran novelista que hizo la semblanza de la abigarrada diversidad humana de los suburbios de Ulan Bator. Al menos los anglosajones cuentan de cinco en cinco y los franceses de diez en diez. Y, por si fuera poco, esa mañana les toca escribir para el diario de turno la semblanza heroica del homenajeado. !Con resaca! !Cómo duele estar a favor o en contra!. A favor, por supuesto, que ahora es el momento de enfundar la navajas, y no pienso con claridad.

El Ego que no cesa.

El Ego de Mario

     Lo poco que sé de la vida de Vargas Llosa (mi interés está limitado a su obra) se me asemeja a una continuación de la historia de Pinocho pero para llevarle la contra, para desandar Pinocho.
     Lo explico. Pinocho/Vargas, niño de carne y hueso, va creciendo en su Perú, hasta que levanta en vilo al tiránico Gepetto, cuyo yugo no podía sufrir, y lo arroja al Océano Pacífico en el preciso instante en que pasaba por allí Moby Dick, para solicitar de inmediato al hada de los sueños que le vuelva a convertir en un juguete, en una marioneta de guiñol. El hilo de su vida, ideada como venganza contra su padre y el empecinamiento marioano en vivir del cuento, de la imaginación, la eleva a vocación proustiana. En realidad me resultan menos sospechosos los autores que escriben movidos por un bocadillo que por una interna vocación inspirada por una supuesta divinidad literaria. El hambre también puede ser una vocación honesta, pero nunca una cortina de humo. Prosigamos: después de una vida llena de altibajos, vicisitudes y esfuerzos dedicados a la edificación de un engaño y una mentira llamada literatura, parece que la revancha se consuma, pero la victoria no es total. Y, cuando todo parecía perdido y el olvido ganaba posiciones, ha venido el Hada Azul (y amarilla) de Suecia y con su varita mágica ha convertido a Mario Vargas Llosa en un ser de ficción, en un Pinocho inverso, en prócer de madera. Le han dado el marchamo de leyenda al personaje que Mario iba perfilando y paseando por el mundo, sacando pecho con entorchados de ceremonia desde hace varios años. En las metamorfosis literarias algunos se convierten en monstruosos insectos (Gregorio Samsa de Kafka), y otros en hombres eminentes un poco acartonados.
Hada sueca
     Veinte años desde Octavio Paz. Pero 20 años no es nada. El Nobel le ha convertido en un ser situado a 20 años luz del resto de los mortales, y surca el empíreo firmamento de los hombres ilustres y gloriosos. Hace poco, unos empollones de la NASA han descubierto un planeta con ciertas características que lo convertían en susceptible de albergar vida a también a 20 años luz. ¿Casualidad? Nada de eso. Los de la academia Sueca, que les llevan siglos de adelanto a los de la NASA, acaban de enviarla (los suecos son los alien invasores: ABBA, IKEA, Larsson, Ericcson, el Nobel...). Ya han teletransportado allí a Mario Vargas Llosa, primer habitante del lejano planeta. Carlos Gardel , visionario de la astronáutica, por delante de Von Braum y mejor vestido, nos adelantó que 20 años no es nada, aunque sean de años luz. Tendríamos que bautizarlo como el planeta Mario Vargas ( hay que poner el apellido para no confundir con Mario Bros. el del Mario Galaxy).

Y el Nobel es puritita propaganda, bombo y platillo.




     Me ha sorprendido enormemente que se lo concedieran, pero no tanto porque pensara que no se lo mereciera (que no lo pienso), ni porque no se esperara en las quinielas, sino porque, como no sigo la comidilla mediática de los premios, pensaba sinceramente que ya se lo habían otorgado. Me gustaban tanto sus libros y paseaba la faja cruzada con tal donaire, que pensé que esa apostura, ese palmito, no le sale a uno únicamente de ensayarlo delante del espejo, que hay que estar curtido en recibir los más elevados homenajes con la más humilde dignidad.


      Posiblemente él también llegó a pensar, por la misma razón, que la concesión era una broma, mientras se palpaba el pecho en busca de la medalla auténtica. Una sugestión alucinatoria autoinducida, un sueño hecho realidad.

     Algo parecido me ocurrió cuando me dijeron que Octavio Paz había muerto. ¡Ah¡ ¿Pero estaba vivo? Como no leo esquelas ni sigo los rankings, la barrera de la vida, de la muerte y de los premios se me hace muy difusa. Quizá sea interesante estudiar la relación entre los premios excelsos y la muerte. La inquietante alegría de los premiados que saben que después del Nobel sólo les espera la esquela. De hecho es ya como una brillante esquela dorada, donde el muerto escucha los discursos de los demás, que no se atreven a expresar nada desagradable del finado/agasajado, pues su muerte en vida es tan sagrada como la otra. Al parecer, hoy también sabemos embalsamar momias. Pero eso, otro día.

Pausa fuera del tema, y para distraer, Paul McCartney, como Camilo Sexto, ¿han acudido al cirujano o al taxidermista?¿Son muertos vivientes o como Michael Jackson, muertos murientes? ¿Ebony & ivory somos y en ebony & ivory nos convertiremos?

       No conozco a Vagas Llosa personalmente, ni tengo mucho interés (no soy fetichista) pero creo no equivocarme si supongo que el Premio Nobel, que tan merecido tiene, le va a servir para lo mismo que le sirven sus libros a Sofía Mazagatos, para calzar la mesita de luz de su ego herido por veinte años de indiferencia, o quizá para decorar con sus Obras Maestras Completas en guraflex, la boiserie de raíz de caoba del salón. O puede que tenga que añadir la medalla de la corona sueca en el pecho de su retrato al óleo que tiene presidiendo el salón. Pero me da igual. No tengo que soportarle.

      Vargas Llosa nunca me ha producido el impacto deslumbrante o la sensación de encontrarme ante un descubrimiento sorprendente, como Borges, Cortázar, García Márquez, Rulfo, o Carpentier. Pero pocos libros me han hecho reír tanto como Pantaleón y las visitadoras, indignarme como con Los Jefes, Los Cachorros, La ciudad y los perros. Me quito el sombrero con Conversaciones en la Catedral. La Guerra del fin del mundo, prácticamente desconocida, la considero una obra maestra merecedora ella sola del Nobel. La tía Julia y el escribidor me sentó bien, aunque a ella no. La fiesta del Chivo se me hizo larga. Y visité pasiones con Flora y Gaugin por Francia y por las islas de la Polinesia en su libro El paraíso en la otra esquina, y compartí su visión radical del arte como búsqueda, desacuerdo y hasta ruptura con la realidad.

Considero que es un escritor tan grandioso (como pedante), que aunque esté sobreactuado, se le puede perdonar. Sus libros, a ratos me apasionan, a ratos se me caen de las manos de mundanos, y falsamente pervertidos (Don Rigoberto, la niña mala, la madrastra…). No me gusta todo por igual y me pierdo en los ensayos.

El político 

     Lo que me interesan de verdad son sus libros. No estoy de acuerdo con él en cuestiones políticas, fundamentalmente porque, como todos los liberales, eluden la cuestión, para mí fundamental, de que los problemas económicos (y de ahí en adelante casi todos), tienen más su origen en el desigual reparto de la riqueza, que en la creación de la misma. Para mí es una cuestión de injusticia, para ellos una cuestión técnica, de desarrollo, de aprendizaje. Para mí hay clases sociales, amos y lacayos, y para él personas con éxito y otras sin él. Quizá, algún día, sea yo el que cambie de opinión, pero si me convencen antes de que la injusticia se debe a un error de apreciación más profundo por parte de los amos.


     Sin embargo es de agradecer que sea tan liberal que se permita adherirse a cierto enciclopedismo ilustrado y decadente antes que al fundamentalismo cuya función principal es apretar las filas. Me gusta su desmarque, aunque sea en el tono ligero de un desparrame controlado. Y me da la impresión, de que a estas alturas ya no se va a pringar en creer férreamente en un estrecho credo político, y eso es algo que otros no le han perdonado. Aunque Rajoy insista en que el escritor defiende, como ellos, ideas y valores (¿?), para ser de derechas, ideas las justas, que pueden resultar un estorbo, y valores con los de bolsa hay de sobra. Basta con dar la mano mientras se saluda ligeramente con la cabeza, en una procesión, o en la ceremonia de entrega de premios. Y eso es lo que le está pasando a Vargas Llosa. Pasar de la justicia social a la justicia poética crea muchos enemigos. Probablemente merecidos.

     Lo que no se merece son sus nuevos amigos. No soporto al dúo sacapuntas de la política, Aznar-Rajoy, apuntándose el tanto del premio, precisamente cuando Vargas Llosa apuesta por la independencia de un estado laico y por la libertad de las costumbres sexuales. Ya se desmarcó de ellos en las últimas elecciones en España, aunque todavía repita sus letanías contra Cuba y Venezuela (de obligado cumplimiento en Princetown desde que estuvo allí Aznar), pasando sobre ascuas sobre el asunto de Honduras o de Colombia. Seguramente no hay que analizar mucho más la relación Mario/Mariano. No da mucho más de sí.

Mi Ego

     Lo único que considero que posee una dimensiones enciclopédicas en mi haber, es mi ignorancia. Mi mente siempre me ha parecido una nave no tripulada que va a la deriva y creo que últimamente además está entrando en pérdida. Soy un metepatas compulsivo. Desvelo los regalos antes de tiempo, regaño a mis hijos con el nombre cambiado, y así todo....No tengo otra actividad cotidiana que equivocarme a cada paso que doy. Estoy de acuerdo con el Zen que asegura que se acierta más cuanto menos se lo plantea uno. Y debe ser verdad, porque, si en algo atino es por casualidad. Dicen también que hay que atreverse a equivocarse. Yo ni siguiera tengo que atreverme. En mi caso una buena reencarnación sería una rectificación. En mi lápida y bajo mi nombre, por favor, inscribid una Fe de Erratas.

     Es verdad, puede que personalmente Vargas Llosa sea un infame, no me guste su color político, últimamente se haya pasado a la literatura de darse pisto, pero que alguien haya acertado tan plenamente en alguna cosa, alguna vez en su vida, me llena de asombro.

     No seré yo el que le niegue el premio. Mirado de cerca, también soy un infame, se me transparentan las gomas del tanga de la envidia y además no escribí Pantaleón. Y si a él le gusta su personaje, bien pensado, los hay peores.

     Creéis que estoy pasando sobre ascuas acerca de la  ardua cuestión de si se puede ser un gran escritor y al tiempo, un hombre mediocre. Pues claro, de hecho considero que es una condición indispensable. La mayoría de los escritores son unos fantoches, pagados de sí mismos, con demasiados problemas sin resolver que además no le interesan a nadie, introvertidos, antipáticos e irresolutos, y que es por eso por lo que se ponen teclas a la obra. Son unos pelmazos tímidos, en grado de tentativa. Sólo los más perseverantes en sus alucinaciones se tropiezan, a veces, con algún hallazgo interesante, como el que encuentra un billete de 50 pavos en la chaqueta del año pasado. Y eso nunca jamás me ha pasado. Ninguna de ambas cosas.

     El que persevera en su propia demencia probablemente se encuentre, a la vuelta de 50 años, no con una pensión (de eso ya nos vamos olvidando), pero sí con la dorada esquela del Nobel de Literatura que es como el Polo Norte: te mata dulcemente al tiempo que te dibuja una sonrisa imperecedera en el rostro.



PD. Ahora que todo el mundo va a ir con un libro de Vargas Llosa bajo el brazo, me estoy leyendo ya el próximo Premio Nobel en español, Juan Marsé, para cuando toque hacerle su máscara de Aquiles, allá por el 2030.