Después de leer la noticia de que el nigromante mayor de Roma haya ordenado 61 sacerdotes presentados por los Legionarios de Cristo, la víspera del nacimiento del niño Jesús, he sufrido un shock y he requerido dosis masivas de omeprazol y calmantes para quitarme de la cabeza la idea de las intenciones lúbricas colectivas que pueda tener esta gente de lo que es el adviento. Tantos adultos, sobre los que recaen sospechas no demasiado infundadas, esperando el advenimiento de un niño en un pesebre, es como para llamar a los casco azules.

La ordenación de los Legionarios me ha recordado a otra ceremonia (cere-de-monía-ca) por la que la reina Isabel, otra papisa rebosante de orgullo, pompa y circunstancia, entregaba las patentes de corso, que consistían fundamentalmente en ofrecer el respaldo legal a una piratería que ya operaba y que se utilizó como un cuerpo de paramilitares en una paraguerra (si vis pacen para bellum) contra el dominio español del Atlántico.
Pero ya sean paramilitares, legionarios, piratas o corsarios, dicha ordenación está sugiriendo que el paraguas eclesial, la capa pluvial de la santa madre, va a mantener las tinieblas de la sacristía necesarias para la comisión de los abusos y su encubrimiento legal o mediático.
Eso sí, se les pide que, por favor, retiren de los lugares públicos las fotos del fundador, palmaria, y póstumamente desenmascarado, sobre todo, aquellas en las que aparecía con Juan Pablo II (Juan Palo qué palo), y se les indica que sería conveniente una especie de abracadabra nominal o de refundación de los Legionarios. Traducido al manchego, el mismo perro, pero con distinto collar.
Esto hay que entenderlo, a la vez, como una definición escrupulosa de lo que es la hipocresía, y como una estrategia de supervivencia para una iglesia católica en descomposición, cuyas filas, últimamente se nutren casi en exclusiva de lo más selecto del fundamentalismo y del integrismo ideológico, moral, económico y político. En resumen, religioso.
Sinceramente me he llevado tal berrinche que he tenido la tentación del sarcasmo, de tildar, de forma demagógica y provocadora, a la iglesia católica de Federación Internacional de Pederastia Eclesial y Deportes Ocultos, la FIPEDO, también conocida por la PEDOFI. Los deportes sexuales ocultos deben ser primos hermanos de las ciencias ocultas, que también practican (transustanciaciones, encarnaciones divinas, milagros diversos, profecías, conversaciones con dios, resurrecciones, abducciones celestes, exorcismos, apariciones... algún día me propongo hacer la lista razonada y echarnos unas risas) fronterizas todas con la locura en mayor o menor grado y algunas directamente hermanadas con el bestialismo, como el presunto embarazo de una virgen por un ave (que sólo funciona como reductio ad absurdum para ocultar un mero adulterio). Claro que su voz radiofónica en España, la COPE, también puede tratarse de las siglas de Cómo Ocultar Pederastias Episcopales.


Y así todo, pero les juro que me he contenido.
¿Te has contenido? XDDDD
ResponderEliminarLo que sí hay que reconcer a esta gente es la maestría para el "naming": los legionarios, las esclavas...
Vaya con el papa y vaya con sus asesores! . . . tienen menos luces que los de Rajoy, que ya es tener pocas
ResponderEliminarY digo yo que estos detalles que tiene la iglesia con la sociedad, pues la gente los irá poniendo donde debe, es decir, que aunque sean pocos, algunos socios al club católico apostólico romano (a la iglesia como institución me refiero), se estarán dando cuenta del despropósito de muchas cuestiones, por ejemplo esta . . . . y lo mismo les baja el número de afiliados.