martes, 4 de enero de 2011

El Hundimiento II


El sexo no es el problema, el problema es el abuso


          Y me he contenido, porque en estos lances me considero un simple amateur y voy de equipo visitante. A nadie se le escapa que la iglesia mueve sus peones como Kasparov sobre el tablero, ni es ningún secreto que llevan traficando 2000 años con demagogina en estado químicamente puro: su piedra angular, un dios que no existe, susurra unas revelaciones en clave, a unos clérigos que nos las interpretan e imponen bajo amenazas, humillaciones y desprecios, soportados con la lejana esperanza de una vida más allá de la muerte, promesa cuya credibilidad oscila entre la credulidad del que las abraza y el cinismo del que las propala.

Cardenal Tarsicio Bertone
          Uno de mis juegos solitarios más apasionantes (no, ese no, otro) consiste en constatar cómo los diversos príncipes de la iglesia echan balones fuera del convento cuando se trata de hablar de sexo intramuros, llegando a ofrecer argumentos absolutamente delirantes, aunque acordes con su particular forma de raciocinio, como el de que son los servicios secretos del lobby homosexual infiltrados con la misión de desacreditar a la iglesia, los que perpetran dichos delitos.

           Ya, y por eso, en vez de desmantelar la conspiración, son felicitados cuando logran mantener los abusos en secreto y a sus autores alejados del código penal.

Obispo Demetrio Fernández
          O, riza que te riza el rizo, denuncian la maléfica conspiración de la Unesco (¿por qué la Unesco y no Pixar, p.e.?) para convertir a media humanidad en homosexual, jocundo dislate que consigue que permanezcamos atentos a las pantallas a la espera de nuevas entregas en esta descabellada carrera de disparates sin fin. Creen tan poco en la libertad humana para regir su propio destino como mejor considere, y han ejercido su poder omnímodo doblegando voluntades y conciencias, que pasan los días, de claro en claro, y las noches, de turbio en turbio, considerando qué fuerzas ocultas y poderosas se oponen a su imperio sin acertar con la más obvia: La Libertad.

          Y es que les encanta hablar de sexo, casi diría que se deleitan en ser acusados de diversos delitos relacionados con él porque les da la oportunidad de obtener el eco necesario para porfiar en sus represiones y demonios, y se recrean en los aspectos que a ellos les parecen más escabrosos y escandalosos, más decadentes, antinaturales, depravados, degenerados y envilecidos. Y logran así asociar "sexo" con su particular y enmohecida concepción.

Eclipse de Abuso
          Y esto al tiempo que crean una conveniente cortina de humo sobre el asunto principal, pues, en la expresión "abusos sexuales", el centro de gravitación son los abusos, y no el adjetivo, "sexuales". Centrar la atención en el sexo, (sí, !con lo que mola!) es errar el blanco. Fundamentalmente porque no hay nada intrínsecamente malo o sucio en el sexo, como nos quieren hacer creer, sino en el ABUSO (de menores, de ancianos, de mujeres, de discapacitados....)

          Por supuesto, están frontalmente en contra del sexo recreativo, del sexo como comunicación, del sexo como identidad, como conocimiento, del sexo como afirmación de la libertad y de poder disponer del mismo como cada uno lo estime conveniente, con respeto a los demás y dentro de la ley, y proponen como alternativa su uso exclusivo con una finalidad reproductiva, eso sí, dejando una zona muerta, tremendamente amplia, donde se santifica el sexo como dominación. Y no me refiero al inocente juego de amos y esclavos, me refiero a la dominación conyugal padecida y bendecida por la iglesia, por la que el hombre exigía sus derechos sexuales (débito conyugal) y otros de todo tipo, incluso usando la violencia en cualquier grado, incluida el asesinato "pasional", y sobre la que, hasta hace bien poco, pesaba un silencio ominoso, reclamando la "privacidad" (léase impunidad) para la escena del crimen. Algo curiosamente paralelo al caso que nos ocupa. Últimamente también intentan achicar balones en este asunto con conclusiones disparatadas, basadas en datos sesgados cuando no erróneos.

          Y todo responde a un mandato divino: Gen 1, 28, dice: "Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra" Cuya interpretación fundamentalista y literal, se ha cerrado en un geocentrismo, un antropocentrismo, incluso etnocentrismo, y una visión utilitarista del mundo, que ha justificado y respaldado lacras como el colonialismo, el desprecio ecológico, u otras, como la violencia machista o la pederastia.

          La explotación de la naturaleza hasta la extenuación para satisfacción del hombre, imagen y semejanza de dios, es prerrogativa concedida por éste, incluso cuando se trata de la naturaleza femenina. Siguiendo la oculta línea de puntos se llega fácilmente al derecho de abuso sobre los débiles, materia en la que la iglesia se ha ensañado particularmente, por ejemplo en la conquista de América, donde se ofreció a los nativos la disyuntiva de conversión o muerte, dándose el caso trágico de muchos que preferían inmolar a su familia y a sí mismos, antes que verles sometidos a la esclavitud.

          No quiero dejar de nombrar, aunque sea de pasada, la cantidad de mujeres, muchas de ellas monjas, violadas por misioneros a lo largo y ancho del mundo y de la historia hasta hoy, que ha llegado incluso a aquilatar la expresión "postura del misionero"(¿la recomendaban con el ejemplo?¿Qué significado metafísico tiene que el hombre esté encima?).
De misiones

Oblato en aprietos
          Porque, para la iglesia, la noción de sexo (como del resto de ámbitos) entraña dominación, sometimiento y silencio, al igual que ella misma, dicen, debe someterse a dios. En su manto de impunidad está inscrita la estrella de oriente que secundan/acechan los pederastas, los legionarios, las adoratrices esclavas, los estigmatinos y los pasionistas, los cruzados,  y bajo el que se encuentra el oblato, que en la Edad Media no era más que el niño que se ofrecía a una comunidad religiosa. ¿Como chivo expiatorio, como cabra legionaria?.  Es de todos sabido para qué sirve la cabra de la legión, aunque ésta sea de cristo.
Pon una cabra en tu vida

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