jueves, 16 de septiembre de 2010

No le gusta leer

Trágico sin dejar de ser dramático.

A mi hijo no le gusta leer.

Evita lo negro como si fuera lava. Su aversión al texto se amplía luego a la ilustración, incluso a todo aquello que esté encuadernado y en páginas. Hoy la diversión es imagen, movimiento, interacción y el texto no llega ni al estatus de aliño, que como la ensalada, puede uno apartar sin cargo de conciencia, para hincarle el diente directamente al entrecot, que es a lo que uno ha venido. Una página entonces, resulta un esfuerzo agotador, diez extenuante, un libro entero algo inimaginable.

No se da cuenta de que, al evitar el discurso, la explicación, el desarrollo de una historia, incurre en la fragmentación, el flash, y el texto se convierte en chascarrillo, el humor en chiste. Una imagen no siempre puede estirarse hasta los confines de mil palabras. La cita debe ser un cebo para el lector en potencia, nunca un acto en sí. El lector de citas suele resultar un lector fallido, a medio cocer.

No tengo tiempo para leer.

Todos aquellos complementos que la azuzan la agitación presurosa de nuestras actividades cotidianas, como el reloj, el calendario, la agenda, que hoy además se presentan como deslumbrantes productos tecnológicos, no siempre consiguen que vivamos mejor o más intensamente, sino que, al contrario, nos hacen sobrevolar por encima de las situaciones y encararlas muy superficialmente. Con el agravante de que esas agendas incorporan actividades encomendadas generalmente por otros, los jefes, los padres, los líderes. A ver qué actividades tengo programadas para hoy (hay una pasiva oculta en esta frase- soy programado- que me eriza la piel). En realidad ¿quién programa a quién?, ¿quién dirige a quién?. Siniestramente podríamos pensar que a una agenda le han regalado un hombre que la lleve a cabo. Y la vida no es sólo currículum.

Hay que aprender que aprovechar el tiempo no consiste en ser devorado por él, y que para hacerlo, a veces, hay que perderlo, y que hay que incluir "no hacer nada" como tarea común y frecuente. Deberíamos aprender a darnos tiempo para tenerlo, y a darlo a los demás y a darlo a un libro. Lleva tiempo aprender cualquier materia o realizar cualquier actividad.

Navegar por internet se ha convertido en un ejercicio postmodernista consistente en picotear imágenes, frases, breves vídeos. Navegar, surfear, (hay una novela por ahí llamada "Egosurfing") deslizarse por una superficie brillante y pletórica de diversidad, de diversión, de deslumbramientos, como se refleja la luz del sol sobre las olas.

No hay nada malo en ello. También tenemos que divertirnos. Soy partidario de evitar la gravedad (incluso la terrestre). Pero como única actividad de la mente me planteo si mi vida es tan irrespirable o mi mente tan vacía como para tener que, según la segunda significación de divertir del diccionario de la R.A.E., "apartar, alejar, desviar" mis pensamientos de mí mismo y mis intereses, de lo que soy y de lo que quiero. O si tomamos la acepción militar, cuarta de dicho diccionario, y además en sentido reflexivo "Dirigir la atención del enemigo a otra o a otras partes, para dividir y debilitar sus fuerzas", convertirme en mi enemigo y entregar el campo a, por ejemplo, las campañas viscerales de opinión de nuestra rampante liderátrix de la ultraderecha madrileña. Que habría que saber con qué víscera piensa (según Isabel San Sebastián, "con un par").

Entretenerse está bien, pero en exceso, cuando uno recorre los significados de la palabra "divertirse" como si fueran los círculos infernales de Dante, resulta que puede uno acabar destruyéndoSE. Insisto en la reflexiva.

Un militante del vicio como axioma, como yo, un polidrogodependiente politoxicómano compulsivo no debería asustarse mucho por ello, ya que sólo es cuestión de tiempo que todo se destruya. Solo que me da por sospechar que lo que yo no piense otro lo va a hacer por mí. Y como dice el subtítulo del blog prefiero dudar (qué jodido el logos), que tragármelas dobladas (aunque sobre esto hay opiniones- que hay mucho vicio en el mitos, y no es una indirecta a la Iglesia Católica, no hace falta ser tan intertextuales).

Leer es un ejercicio anticuado que requiere y adiestra las antiguas virtudes (de vir -lat- fuerzas) de la lentitud, la paciencia y la concentración, y que amalgaman la mente, la amasan, la hornean morosa y amorosamente para proporcionarnos una comprensión más profunda, unificada y más delicada de lo que somos o podemos llegar a ser.

!Ah! Mi chico. Ahora no lo entiende, ni me hago la ilusión de que en un futuro lo haga. Le pongo "leer", obligatorio en su agenda para que se joda. Para que aprenda quién manda. Y para que cuando ya tampoco me obedezca, que me mande a la sentina del olvido, o sea, a la mierda, entre muy sesudos y floridos razonamientos. Esa daga, engastada por las gemas más deslumbrantes, será el mas tierno presente para mi pecho.

PD Leer no sé, pero escribir produce jaqueca y lumbago. Dos aspirinas, por favor. Mooc. Que sean tres.

3 comentarios:

  1. La lectura es como la verdura: de pequeño no lo gusta a casi nadie. Por suerte también es uno de los vicios más adictivos que existen. Los que pasamos al lado oscuro estamos enganchados de por vida.
    A tu hijo tienes que enseñarle que las cosas verdaderamente buenas de la vida tienen al principio un gusto amargo.

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  2. Rafaaaa! Hoy me dijo Seba que estabas de regreso en el Blog! No lo sabí, vaya alegría grande :)) Cómo siempre, un gustazo leerte!

    Vivan los libros!
    Besos, Vale

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  3. Quiero perder el tiempo en no hacer nada! . . . perderlo con mi pareja y sin ella también!! . . . . quiero que en mi vida entren los ejercicios anticuados y que se queden a vivir conmigo!!!! . . . . y si, lleva tiempo aprender todo esto, tu chico ahora no lo ve, pero lo verá, porque tiene quien le abra la puerta de las antiguas virtudes . . . . . .
    Quien fuera tu chico!!

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