viernes, 3 de diciembre de 2010

Espejos quebrados

...tu ego ¿qué es?... es una imagen, sólo una idea...
Alan Watts.

Extractos del informe del Dr. Peralta, psiquiatra.
        El paciente se mostraba no reactivo, taciturno, pero tranquilo. No respondía a las preguntas, ni daba la impresión de comprenderlas o de que ello le importara. Cuando nos fue derivado del hospital, sus heridas físicas habían cicatrizado por completo en brazos y manos. La oftalmorrexis evolucionaba sin complicaciones. Se requería su posterior evaluación psiquiátrica. En un primer momento la mutilación no parecía tan apremiante, como los supuestos intentos de suicidio que delataban las heridas en las muñecas. El asistente social no había logrado localizar a familiares o conocidos. Ni se conocía historial psiquiátrico alguno. Había surgido de la nada, sin historia laboral ni relaciones.
        Por suerte en la casa donde fue atendido por los servicios de urgencia, alertados por los vecinos, y donde lo encontraron exangüe y desangrándose, entre el desorden y un mar de cristales rotos, también se halló un portátil inservible, con una batería sulfatada, pero del que se pudieron extraer unos archivos de voz inconexos, lúcidos, a veces ininteligibles, en ocasiones más parecidos a gruñidos o lamentos. La brutalidad de la evulsión autoinfligida y su silencio infranqueable me llevaron a volcarme en esa débil pista en pos de su comprensión. Reconozco que no descansé hasta darles una forma homogénea, a modo de rompecabezas.
        ¿Qué otra cosa podemos hacer los médicos de la psique sino recomponer personalidades rotas en mil pedazos, a veces minúsculos, esquirlas apenas? . Estamos acostumbrados. La esquizotimia delataba su tendencia a la meditación, su aislamiento prematuro, nos hablaba ya de una estructura interior disociada en cuanto a sus funciones psíquicas.
        El material se compone de unos retazos hilvanados entre la poesía y la paranoia, delirante, aunque no del todo alucinatoria, que nos lleva a pensar en una psicosis paraniode con un alto componente de narcisismo vulnerado, tal como parece indicar su fijación por los espejos. Si bien no estoy muy seguro de haber puesto, en esta amalgama, más de mí mismo que de lo que se puede desprender de los fragmentos, los expongo a continuación.



        "Soy insomne. En las horas dormidas en que todos descansan, donde hasta los objetos reposan y los ruidos se aquietan, me paseo por el paisaje abandonado y desierto de las habitaciones, reconfortado por el silencio que fluye, como un surtidor, de la noche omnipresente.
        Soy dueño de todo lo que puedo abarcar, soy el poderoso monarca de esas horas. Una sola inquietud hostiga mi ronda. Los espejos.
        Quizá deberían dormir ellos también, deberían cesar de velar, pero ahí están, inquietantes, también insomnes y vigilantes, acechado con un ojo abierto desde los rincones sin luz, mortalmente vivos, con la reflexiva cualidad lunar, que les hace llamarse lunas, armarios de luna. Y la noche les otorga su apogeo. Son cazadores nocturnos, rapaces, depredadores que han despertado en busca de su presa. Su brillo es el destello paciente de los ojos y de los colmillos afilados de una manada de lobos agazapada tras la cortina de la oscuridad.
        Al principio pasaba ante ellos como una exhalación, y de reojo podía observar mi propia figura huidiza. Llevamos escrita la estrategia de no detenernos ante el peligro cuidándonos mucho de que no parezca una fuga. Bien sabemos que la química del miedo puede ser un perfume que despierte a la fiera tanto como el de la sangre. En realidad mi miedo era su poder. Cuando fui consciente del mismo y de lo irracional de su aparición, reuní el valor para mirarme de frente, y pude leer en mis ojos la letra menuda de una rendición.
        Noche tras noche me fui acostumbrando y asomando, temiendo encontrar a mis espaldas espectros o universos infernales desatados, temiendo que leyera las amenazas angustiosas y ancestrales empozadas en mi mente y las amasara en una imagen cuajada de la aniquilación.
        Pero me encontré con algo más abismal todavía.
        Mientras nos reflejamos en los rostros ajenos, dueño cada uno de su propia luz diurna, de su propio calor de amor o de odio, de su limitación, de su mentira, somos nosotros. Nada nos hace ser tanto, como mirarnos en otros ojos, escuchar sus voces, oler sus respiraciones. Sin embargo, el espejo no devuelve nada. Se queda con tu mirada congelada, con tu olor, con tu voz, con el pulso de tus venas, congela el ser y lo rodea de una sustancia oscura, muerta y viscosa que no se puede acabar de nombrar. Ya eres su presa.
        En el espejo me asomaba a un pozo frontal, de profundidades frías e infinitas, sin fondo. Posee su propia gravedad, una gravedad metafísica que obedece a leyes de un universo desconocido. Esperas oír el susurro de la muerte contando sus secretos. Una estampida de amenazas fantasmales, el odio del más allá. Pero en su marco se contempla un lápida con tu imagen dibujada, atónita, y muda, sin epitafio. Alunado, alobado. Esa imagen de carne fría y vacía, esa imagen desangelada e inmisericorde, era yo. Yo era el fantasma.
        !Qué soledad! !Qué soledad! !Qué abrumadora soledad! (Aquí repite infinitas veces, como un lamento espectral y penetrante, ésta y otras frases ininteligibles. Luego continúa)
        Y, sin embargo, no había llegado todavía al final de mis temores. Lo que de verdad me aterraba era pensar que pudiera existir una confabulación universal de los espejos, y que todos confluyeran, y que todos estuvieran relacionados, y que todos formaran una red surreal de túneles comunicados, una necrópolis bajo la metrópolis, una fosa muerta de cal viva, una Atlántida donde penaremos en círculos, albañales, cloacas inacabables y eternas, y que cada espejo es una gruta en que caer, una nostalgia de nuestro ancestral pasado acuático, una pesadilla que atravesar. 
        Solo un dios cruel nos ha podido implantar un espejo en cada uno de nuestros ojos, en el fondo de la retina. Cada vez que nos miramos en un espejo en realidad no nos reconocemos. Ellos (el fondo de nuestra retina y el espejo) se reconocen entre sí, han detonado la señal. Empieza la caza. La única salvación puede que no sea otra que romper todos los espejos, arrancarnos los ojos."




        La última grabación data de dos años atrás, queda, pues, un largo trecho de dolor, de extravío, puede que de delirio, hasta explicar por qué se arrancó los ojos con una cuchara afilada. Las heridas en antebrazos, que me llevaron a pensar, en un primer momento, en un intento de suicidio, quizá no respondan más que al hecho de su furor desatado por romper espejos y otros cristales de la casa. Sólo un miedo insalvable y continuo en el tiempo, quizá, acompañado de episodios psicóticos, pudo llevarle a esta situación.
Demócrito
        Desde luego no parece seguir el ejemplo del risueño Demócrito, el primer filósofo atomista griego, del que dice la leyenda, se arrancó los ojos para demostrar su desprecio por los placeres de la vista y poder concentrarse en el conocimiento interior. Algo así como Lucía Casta de Jerez que lo hizo por evitar la tentación. Bien pensado, es posible que, más bien, siga la huella del rey de Tebas, Edipo, cuya única expiación fue morir ciego después de matar, romper en pedazos la imagen de su propio padre. Resultaba, en cierto modo, una manera de sobrevivir.

Máscara de Edipo
      Una vez en la consulta, leí los fragmentos al paciente con el afán de que comprendiera mi interés por comunicarme con él y por entenderlo. En aquél momento el sol le calentaba la cara. Esto parecía complacerlo y yo le situaba donde pudiera disfrutarlo. Rechazaba las gafas oscuras y se quitaba las vendas cuando se las restituían. Su cuerpo descansaba inerte, pero erguido en el sillón, su rostro, inexpresivo, sin vida, lucía dos profundos cráteres donde debían estar los ojos. Al final de la lectura hizo una mueca, que pudo ser una contracción muscular o una reacción a la luz, pero que yo quise interpretar como una sonrisa.
        El horror, con su parafernalia sangrienta y emotiva, comúnmente suele ocultar, funciona como coartada para enturbiar, enmascarar, la visión clara y cristalina de la propia muerte.

http://www.youtube.com/watch?v=7ewWOHHcc_s

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