jueves, 2 de junio de 2011

La vejez, la textura del tiempo.

La vejez,  la textura del tiempo,
Los mendigos de la edad, los años.
Hijos de madres muertas,
de ojos glaucos,
de manos frías
de cabellos de plástico,
que abrazan bajo las órdenes de sus mecanismos,
cuerpos sin calor,
seres inhumanos.
La mano que te pegó, te enseñó,
el que te disparó, el que antes te odió,
te dijo la verdad.
Caminando por la nada,
recibiendo golpes en la carne
mojada y fría,
en el núcleo del dolor,
en el vacío.
Dolor dentro del dolor,
frío dentro del frío.
Muerte dentro de la muerte,
la vida se descompone,
se pudre, fermenta,
cae, y escribes poemas esculpidos
en dolor, sin palabras, sin rimas,
sin versos, sin otra materia prima 
que la muerte susurrándote en retorcidos laberintos
recorridos por gusanos ciegos.
Y muero en un charco de cieno helado de noviembre
mientras me pisan paseantes distraídos,
y ya nadie distingue,
qué es el agua, qué la tierra, qué mis ojos, qué la tarde que cae,
qué es el viento,  qué mis dientes de rata gris.
Cae la tarde, cae la lluvia, cae la noche, cae la escarcha,
el viento se derrumba, caen los segundos, como fragmentos del apocalipsis
no te agarres, caen los versos,
todo es pasado, todo es mentira,
caen los latidos.
Mi forma en el espejo
Recuerda vagamente a un hombre.

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