jueves, 2 de junio de 2011

¿Quién iba a decirte a ti?

¿Quién iba de decirte a ti
El primer día en que,
Entre sollozos, mocos y caricias,
Te arrastraron al colegio,
Que ibas a quedarte allí
Cien años y un día,
Sin remisión de condena,
Hasta hoy?


¿Quién, que ibas a suspender año tras año,
Fracasando infaliblemente,
Cateando infatigablemente,
Mientras todos se hacían gigantes
Entre junio y septiembre?


¿Quién sino tu se iba a quedar
En el patio de esa cárcel para niños,
De muros altísimos del saber
Para dinamitar esa pedagogía de galeras,
Aplastar 
Ese escarabajo acorazado y erudito
Que recita
Diez latinajos, diez latigazos
Por no saber, para no saber,
Esa sangre que nos entra con las letras,
Cada dos por tres, cada seis por siete.?




Sin embargo, la vida es eso tan extraño,
Eso tan sumamente raro que pasa
Distraídamente a nuestro lado
Y a veces nos traspasa
Como un escalafón,
Quise decir, como un escalofrío.
Ni un principio ni un final.
No se puede atesorar,
No se puede malgastar,
Ni se puede saber
Ni se puede ignorar.
Todas la grandes palabras
Échalas a jugar,
Échalas a rodar, 
Y verás que son 
Ruedas cuadradas,
Grandes mentiras.
Y las grandes verdades 
Hay que decirlas en voz muy baja,
Cantando para adentro,
Al oído, tiernamente,
Con pequeñas palabras.


Los páginas de los libros
Hay que pasarlas
Como quien levanta una piedra
Buscando orugas, 
O cazando arañas,
Sabiendo que la vida queda al margen,
Está en el margen de la plana,
Al borde de su lápida de tinta,
En aquella frontera difusa
De donde proviene
Y a la que nos empuja.
Esa que se quiere meter a empujones,
A desmentir a todos los libros,
Y a todos los sabios que mienten
"Abracadabra, con esta palabra
Conjuro lo vivo, y domino el futuro"
El futuro, el futuro,
Esa fosa con la que nos engañan.


Esta vida es tan inmensa
Que no tiene sentido,
Que no requiere un sentido,
No necesita un destino,
Tan solo busca ser vivida,
Bebida como una dulce melodía.


Solamente los tontos puede seguir creyendo
En las solemnes sabidurías
Mortecinas, lúgubres y distantes.
Para ser recitadas en los estúpidos templos
Donde los sabios no se ríen.


Bienaventurado aquél que reposa,
Bajo la copa de una anchurosa haya...
O de un cerezo en ciernes de flor.

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