domingo, 4 de octubre de 2009

Anticuerpos

Cierto famoso castrati, después de una larga y fecunda vida dedicada a la pureza vocal y espiritual, elevó una súplica a Su Santidad para poder contraer nupcias, y éste, en el margen de la misma, de su propio puño, apuntilló: “Castradlo mejor”. I castrati deberían emular mejor a los ángeles.

Yo siempre me he preguntado que si los ángeles no tenían sexo, por qué demonios cantaban tan contentos. En La Biblia no pone quién era el segurata que los apuntaba con una espada flamígera mientras los fustigaba a voces: ¡Cantad, cantad, malditos! Me parece que Lucifer no fue arrojado del cielo por no sé qué desavenencias con Dios, sino que un día se hartó y se dijo:”sanseacabó” (estrenando la blasfemia) y se bajó para echar un polvete que es lo que le pedía su no-cuerpo, como, por otra parte había visto hacer antes a Júpiter. Del mismo modo que tampoco ardió posteriormente en los infiernos. Resulta fácil imaginar que ya venía bastante quemado del empíreo, que si algo tiene es que quema mucho, como ya sabía el carro de Febo y Don Quijote en su Clavileño. Por eso atufa tanto a chamusquina a su paso.

Es fama que los teólogos medievales se pasaron desde antes de la caída de Constantinopla hasta La Venus de Botticelli elucubrando sobre el sexo de los ángeles, prolija cuestión, porque, hay que entenderlo, era la única manera para ellos de hablar de algo interesante, a saber, el sexo. Era, vamos a poner, como su sesión golfa de teología.

La aversión que produce la sola mención de la palabra, el disgusto y hasta el asco que se dibujan en los rostros, los circunloquios, las evasivas, las elipsis que se usan para describirlo; la vigilancia extrema con que se cuida el lenguaje de todo lo relacionado con el sexo, como campo minado, tal que fuera una fiera a la que hubiera que mantener bajo cien candados, cerrojos, anclajes y claves indescifrables, la más críptica de las cuales es la Educación Sexual Responsable, en adelante ESR (para añadirle misterio y evitar la equis); todo ello, y todas las toneladas de papel (biblia) escritas sobre la cuestión, especialmente la ESR, se resumen en una sucinta palabra: NO. Un NO que es como un gong profundo y prolongado en la unción tenebrosa y húmeda de la basílica. La repulsión general hacia el sexo hace presentar tan puritanas como aberrantes propuestas, tales como la abstinencia (nada antinatural), modelo de comportamiento, como el celibato como aspiración vital, o la ya delirante virginidad, culmen y lápida del útero, ese enemigo íntimo (que origina el peyorativo histérica)

¿Cómo se puede escribir un tratado sobre el amor conyugal (llámalo equis, sin equis) de novecientas páginas sin una sola ilustración?¿En dónde metían sus manos los monacales amanuenses que no iluminaban estas verdades tan profusamente como las lenguas de fuego del infierno que, como un pentecostés carnal, lamían lúbricamente los cuerpos desnudos y suplicantes de los pecadores, esos afortunados?

Porque eso sí se permite. Que se mezcle el sexo con la muerte, con el dolor, con la tortura, con la degradación, incluso que se confunda con ellos. De ahí toda la saga vampírica, las morbosidad de la morbidez, la violación como simulacro sexual, el castigo unido al placer. Hasta la violencia machista ( la palabra género debe usarse sólo para la gramática) se entiende mejor desde esta perspectiva.

Porque, para nuestra cultura, el dolor y la crueldad (los toros) encierran siempre la semilla de la enseñanza y de la catequesis. A la prolongada pasión de Cristo, de la Virgen, y de miles de santos, que ya dura más de dos mil años, debe seguir la de nosotros mismos, a los que no nos colma nuestra propia y constitutiva fragilidad y contingencia, sino que hay que estimularla con cilicios, penitencias y renuncias. A la muerte que vivimos cada día hay que añadirle su plus de mortificación. Una de cuyas manifestaciones más sutiles y laicas es la tan cacareada dieta, que al ser enaltecida sin medida desemboca en la repugnancia por el propio cuerpo, repugnancia a la que embotellamos, etiquetamos con diversos nombres griegos y científicos y, por fin, clasificamos en la sagrada vitrina de baldas de cristal de la Psiquiatría, albañal de todas nuestras penurias.

Y ahí quería llegar, a la ira de Dios, al asco de Dios al cuerpo, siempre alabado como templo del espíritu pero más habitualmente tratado como campo de batalla, como arena de circo romano, como potro de tortura, como ruedo dispuesto para alancearlo con Su perpetua hostilidad y recelo, con Su Odio Eterno y metafísico.

Los gloriosos cuerpos desnudos sólo obtienen su nihil obstat si son lacerados convenientemente. Hollywood nos sirve cada semana nuestra ración cotidiana de quebrantamiento de huesos (dánosle hoy), retorcimientos de gaznates, (dánosle hoy), explosiones viscerales (dánosle hoy), y descuartizamientos, amputaciones en grados diversos (dánoslas hoy) que nos golpean siempre en la misma neurona, aturdiéndonos, aburriéndonos en su variopinto muestrario de horrores. Una buena mutilación debería ser, como siempre ha sido, un acto público, un escarnio público, un escrutinio público de conciencia. Quizá, bien pensado, haya que incluirlas en los programas de educación primaria en vez de la matemática, esa gran incomprendida.

O, extramuros, el género pornográfico animaliza gimnásticamente alardes físicos y prácticas que deberían considerarse olímpicas (o evangélicas como la paja en el ojo ajeno, con lo que debe picar el semen en la retina) pero que acaban siendo repetitivas y levemente pecuarias. Se olvida, en esta variante, algo evidente, que el sexo es una cuestión lírica y no deportiva. Aunque paralelamente tampoco podemos perder de vista que por muy lírica que sea la cosa, a veces, también puede ponerse muy dura y, al final, meter, hay que meter. Una buena propuesta sería realizar buenas películas donde la pornografía estuviera integrada, hoy impensable, o pornografía elevada a la categoría de arte con un buen guión, buenos diálogos, fotografía, vestuario y todo lo demás. Imaginaos cómo podría acabar un cinefórum.

El sexo (física animal) sin amor verdadero (química divina) no tiene sentido. Y ese sentido, ese PIN, esa llave, la tiene el Vaticano enterrada en su búnker a prueba de inteligencia. El guardián de la puerta.

El Vaticano es el Fort Knox donde se atesora en lingotes, y entre oropeles e incienso, la verdad revelada por Dios y donde se dispensa una salvación codificada y sólo para abonados (Nulla salus extra ecclesiam). Fuera de la Iglesia uno sólo puede acabar en los infiernos, en sus cuatro deliciosos sabores, el primero el Fetén, el de churruscarse de lo lindo, y los otros tres que son como el paraíso pero con una habitación sin vistas: El segundo es el Infierno de los Patriarcas, el de los que cumplían la voluntad divina antes de Cristo y el de las personas de buena voluntad de otras religiones, pero que no conocen a Jesús, el tercero el Limbo, donde van los bebés no bautizados y los televidentes empedernidos y el cuarto, y último, el Purgatorio donde acaban los que sin morir en pecado mortal necesitan enjuagar ciertas minucias y se sobreentiende provisional (mínimo quinientos mil años). Para que se me entienda, es como la repesca de la Champions.

En los lúgubres sótanos vaticanos yace la verdad, la vida y el amor verdadero. Por eso, hogaño, el sexo es un prisionero dentro de una celda de castigo, en medio de un campo de concentración. Es el sin-papeles, el espalda mojada, el ilegal. Se puede vivir y practicar pero asumiendo su exclusión y su persecución y el propio menoscabo. La brecha de la normalización sexual, apenas está abierta. Y dejo temas apuntados para más adelante: 1-Díga pene y vagina a su hijo-hija, cuando se supone que sus hijos son ángeles y no tienen sexo hasta bien entrados sus treinta tacos. A ver qué pasa por su mente. 2- El día del Orgullo Gay, única manifestación pública sexual, se tolera sólo si se subraya su disfuncionalidad, su carácter antinatural y degenerado, como carnaval de monstruos, como circo de los horrores, con mujeres barbudas y enanos deformes en vez de concurrido por cajeras de súper y conductores de autobús. 3- La profesión de prostituta abarca toda su personalidad y es la Letra Escarlata, la marca de su degradación. Es puta hasta paseando el carrito por el híper, y cualquiera puede realizar una oferta fuera del horario de ventanilla. Pensemos qué nos diría una funcionaria del amor, por ejemplo: “Es en la otra puerta, los martes y los jueves de once a once y diez, si no hay bocata o luna llena, y venga con el carné, con el abonaré y con el impreso X101XX que ha de recoger en la otra punta de la ciudad en semanas alternas si coincide con que no hay partido de la selección, y luego se la chupo. Claro, que cuando me termine el chicle”.

Siempre he pensado que entre ese asco y la fruición, como entre el amor y el odio, hay una película muy fina, tan delgada como la de un preservativo Sensación. Y tengo la impresión, por ejemplo, de que aquellos que tildan de vicio a la homosexualidad, sienten la resbaladiza pendiente de su propia inclinación de la que, disfrutan lúbricos en su conciencia o inconsciencia, y a la que, al tiempo, castigan en cuerpos, honras y vidas ajenas. Por eso la figura de San Sebastián purga, vulnerada por saetas venidas de todas direcciones, su delicada y exquisita belleza, retorcida al tiempo de placer y dolor, mientras un querubín en su ángulo superior izquierdo le susurra, en un estandarte celestial y escrito con panes de oro: “No te rías, que es peor”. En latín claro, para que no se entienda y porque a la Corte Celestial todavía no ha llegado el Home English.

En la moderna y tecnológica vida actual postcristiana y liberal parecería que no tiene sentido toda esta reflexión. Pero no nos engañemos, en la ley de la jungla ultraliberal lo único bien amarrado es el taparrabos de Tarzán.

Estoy por pedir un favor al Tarzán de los intelectuales, al ínclito Fernando Sánchez Dragó, El Puma (numerao, numerao, viva la numeración). Deja de perseguir mediáticamente a Patricia Conde, por mucho que te alabe el gusto. Esperanza Aguirre no es tu vecina ni tu amiga por casualidad. ¿No ves que busca tu arrimo? ¿No ves que te ofrece continuos programas en Telemadrid?¿No ves que te junta los ojillos, con ese bizqueo tan gracioso que tiene, y que te levanta el labio superior, ratonil y sumisa, sólo para tí? Por favor, y esto lo digo solemnemente, apriétatela tántricamente (!cómo me ponen las palabras sobreesdrújulas y el catálogo del Venca!) a ver si se nos gallardoniza un poco y se modera. Pero no me la folles demasiado bien, no como sólo tu sabes, no sea que se nos desplace quinientas posiciones, hasta Izquierda Unida y más allá, con lo que IU, por fin, encontraría la lideresa que necesita, pero nosotros tendríamos que lidiar con el concentrado cromosómico de Hugo Chávez, Margaret Thatcher y Mao Tse Tung bajo el principio: Primero la Comunidad de Madrid y luego el mundo. Ha, Ha, Ha.

Sé que esta reflexión puede tildarse de machista, pero, justamente eso es lo que quiero hacer ver. Siempre que se sugiere algo relacionado con el sexo por fuerza tiene que haber mezcla. De machismo, de patriarcalismo, de violencia, de sumisión, de repugnancia.... Pero como dijo Freud, a veces un cigarro puro, es sólo un puro, y por lo mismo, a veces un polvo, es sólo un polvo, y sienta fenomenal al cutis.

Primero Arthur Schopenhauer (que, como todo el mundo sabe se pronuncia Séspir), y luego Freud más largamente, dieron en el clavo, en el búsilis de la cuestión. La consciencia humana es del tamaño de la punta de un alfiler que se asienta sobre un iceberg cuyas dimensiones exceden nuestra capacidad de comprensión. La consciencia es sólo voluntad, representación, rol, pantomima, y padece inefables horrores (bendecidos a tutiplén) por ser incapaz de levantar la mirada al horizonte de nuestra lejanía interior y saborear la inquietud continua que un océano de deseo en constante movimiento provoca. Eso que se llamó sexo, naturaleza, lucifer, no es más que la voz inmensa y profunda de la especie, que a su vez no es otra cosa que la voz aún más dilatada y grandiosa de la vida, que no llega a ser más que una minúscula fracción de la colosal voz del universo. ¿Dentro de nosotros y detrás de estas voces estará Dios? No se sabe, pero taponándonos los oídos, seguro que no lo vamos a averiguar. Lo que es seguro es que no está enterrado en un sótano, custodiado por unos edecanes macilentos y pomposos.

Freud, humanamente comprensible, se vio con una patata demasiado caliente, y en su Malestar de la Cultura, dio marcha atrás, apostando por conformarnos con el control social para no acabar destruyéndonos. Es decir, apostaba por la Iglesia y por dejar las cosas como estaban. Pero ya había abierto la espita, había derribado la verja, había roto el cordón de miedo, el condón de piedra de las catedrales (¿nadie ha pensado nunca que el pórtico de la catedral, de la gloria, no es más que un coño inmenso?)

La patria de la libertad no es la razón, es el sexo. Por eso, acertadamente, la Iglesia, que es más lista que sabia, se concentra en reprimirlo admitiendo otros horrores de todos conocidos. Porque la mala conciencia es el último reducto de su poder, su piedra angular. Y, en sentido opuesto, acertadamente también, la República, en todo el mundo, enseña jubilosa una teta.

En el sexo reside nuestra más íntima y recóndita libertad, y hasta que no lo tomemos en plena posesión, para darlo o negarlo a voluntad, y adquiramos plena conciencia del mismo, viviremos la vida de otros, las pesadumbres de otros, y nuestro cuerpo seguirá siendo un prisionero de ajenas zozobras, será un castrati, un no-cuerpo, un anticuerpo entre otros anticuerpos.

2 comentarios:

  1. con la Iglesia hemos topado....y como no encajes con ellos, lo llevas de culo.Hay personajes como Lucifer y Caín, de cuyas vidas a mi me falta su versión......

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  2. Decía Tolkien que caminar es natural pero peligroso: empiezas poniendo un pie delante del otro y no sabes dónde puedes terminar. Con el sexo ocurre lo mismo. Por eso nuestra Santa Madre Iglesia (y sus buenos hijos organizados en partidos y en familias de 30 miembros) se esfuerza tanto en ocultarlo: para evitarnos el peligro.
    Leyendo lo que dices sobre integrar de forma natural el sexo (el sexo de verdad no los cariñitos) en el cine recuerdo haber visto un par de películas o tres que lo han intentado, aunque mi memoria de pez me impide recordar los títulos. Por supuesto en ciertos países no llegaron a estrenaras, en otros lo hicieron co clasificación X y en los demás (aquí, por ejemplo) hicieron cierta taquilla gracias más al morbo que a la calidad del film.
    Oye, me ha encantado la idea de encargar al Gran Dragó desvirgar a S.A.I. (porque de corazón Ella es pura). Me recuerda el chiste del vasco al que le encargan acabar con un oso que está atemorizando a un pueblo y le ofrecen como premio una noche cona puta mas cara. Cuando el vasco baja de la sierra varios días después, con el cuerpo casi destrozado, dice: "¿Dónde está la puta que hay que matar?".

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