lunes, 12 de octubre de 2009

Sufro, luego existo. 2-La gran ordalía

En primer lugar sufrir parece que es un reflejo patricio. Me explico. Decía Borges que los espejos le parecían abominables porque duplicaban el sufrimiento. Cada vez que Nuestra Señora se aparece a unas pastorcillas (hubieran sabido qué hacer si se les aparece el lobo o Frankenstein y no La Virgen, por lo que más que arrobadas se quedan abobadas en dichas epifanías), ésta se muestra llorando amargas lágrimas por nuestros pecados, y es que por más que llore lágrimas de sangre, no hay nada que hacer con estos muchachos descarriados. ¡Qué sabia pedagogía, enseñar con siete puñales en el pecho! Jesús atravesó su pasión, deleitándose en cada caída, para ver de redimir nuestras culpas, que es que no hay manera. Los iluminados y santos en hilo directo con el más allá son agasajados con pústulas y supuraciones llamativamente imaginativas, que no son más que Imago Dei, un ejemplo ultramundano y menguado del de Jesucristo (más teoría de la ejemplaridad). Sufrir física y metafísicamente supone adquirir un caché divino, un pedigrí sobrenatural, supone tirarse el pegote celestial a lo grande.

El sufrimiento es la gran ordalía, la más grande epistemología divina. El que más sufre, el que más aguanta, y aquel cuya imaginación tortuosa es más retorcida, más razón tiene, más verdad entraña. La Teoría del Conocimiento se reinventa como casquería.

La verdad y la santidad se calibra en grados de dolor, y en el cristianismo, desde siempre, ha habido mucha competitividad. Se puede decir que el cristianismo es un campeonato universal, católico, de sufrimiento, una rivalidad, una evaluación continua y minuciosa del padecimiento. El Marqués de Sade era un aficionado comparado con la delirante y variopinta masacre del santoral. El martirio es recibido por la persona religiosa como un don, un regalo, una gracia del cielo. Un martirio que significa etimológicamente testimonio. Testimonio en primer lugar de Dios en el martirizado, y por otra del mártir como apologeta, como display de visualización horizontal, vulgo, área de publicidad y marketing. Solo que ahora les ha salido un serio, más bien tétrico, competidor. Los cristianos ya no somos tan sufridos como antes y los musulmanes sufren mucho más y mejor, y encima lo hacen más mediáticamente, tanto que se dejan descuartizar por un quítame allá esas pajas. El ranking de barbarie en la ATP de las religiones, que es el que otorga el marchamo de más verdadero al Dios más cruel, está cambiando de manos.

1 comentario:

  1. Es que ya no se sufre como antes. ¿Qué ha sido de las plañideras, de las viudas de luto permanente, de todas esas cosas que hacían de este país la reserva espiritual de Occidente? Y en el resto de Occidente ya ni hablamos...

    Esto es lo que peor llevo de las religiones monoteístas: el proceso "pecado - sufrimiento - perdón". Primero porque el concepto de pecado sugún ellos es muy matizable, y como todas las verdades vistas por la derecha, es adaptable y variable según el protagonista. Segundo porque no entiendo el perdón venido del más allá pero administrado por el más acá. Pero sobre todo porque no me entra en la cabeza qué tienen que ver el sufrimiento y el dolor con todo esto. Si dejo de pagar a Hacienda y me trincan no parece lógico que logre la absolución llorando mi arrepentimiento. Y no digamos ya azotándome en público. Y lo que ya me parece de otra galaxia es sufrir por otro. O sea, yo me quedo con el dinero de Hacienda y tú vas a llorar por mí a la puerta del juzgado. O te flagelas un poquito.
    Lo dicho, que si todo esto funciona desde luego los musulmanes lo hacen mucho mejor.

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